Llevaba tiempo pensando que una larga lista de fotógrafos de esta casa que nos acoge merece una entrada como ésta en un blog dedicado a los bares logroñeses: muchos de ellos han compatibilizado esa actividad profesional con el oficio, más o menos furtivo, de camarero. La lista se hace todavía más larga si incluimos a otros cuantos fotoperiodistas que ejercen su profesión en Logroño. Me lo advirtió al poco tiempo de abrir este blog el amigo Justo Rodríguez, que reflexionaba en voz alta sobre tan extraña coincidencia con ocasión de un viaje a Sorzano. Iba lanzando nombres al aire un poco improvisadamente mientras conducía; ahora le he pedido que me ayude a ponerlos por escrito, porque me parece que es una curiosidad que tiene su gracia. Y, sobre todo, porque ni él ni yo acertamos a encontrar una explicación.
Empezamos. Según el recuento de Justo, otros colaboradores de Diario LA RIOJA han compartido con él experiencia hostelera. Fernando Díaz, por ejemplo, a quien recuerda en el Otilio. O Miguel Herreros, un clásico del Calderas de la calle Laurel o del antiguo Torres de la San Juan; o Sonia Tercero, habitual en algún garito de la ya difunta marcha najerina, como el 51; o Díaz Uriel, que ejerció en La Universidad de la calle Laurel. Aunque tal vez sea Alfredo Iglesias quien de todos ellos acredite una más larga trayectoria como barman, que ha desembocado en el bar que acaba de abrir en la calle El Cristo.
Salimos de Diario LA RIOJA para completar la relación con Clara Larrea, “que trabajó en el bar Parlamento”, como rememora Justo. Su memoria sitúa a Raquel Manzanares trabajando en algún bar de Nájera, a Rafa Lafuente en El Mexicano de San Agustín y a Sergio Espinosa en el Pasarena, entre otros bares. Mención aparte merece Óscar Solórzano, que compaginó ambos oficios durante su temporada en el bar de los Golem y ahora prueba suerte al frente del Asterisco de avenida de Portugal.
Y concluye el periplo con el propio Justo, quien se inició como barman en La Cartuja, aunque donde aprendió el oficio fue en otro bar de los mismos dueños, El Parador de la calle Mayor, que ahora se llama La Boheme y antes La Resaca. “Fue una experiencia bastante buena”, me confiesa. “Me sirvió para espabilar un poquito. Sólo un poquito, ¿eh?”, bromea. Contaba entonces con 19 años y se empleó a fondo durante cinco, sobre todo los fines de semana; progresivamente empezó a trabajar como fotógrafo, simultaneando ambas ocupaciones durante un tiempo, norma general por otro lado entre sus colegas de barra y de cámara. “De hecho”, recuerda, “el primer encargo para Diario LA RIOJA me lo trajo hasta el mismo bar Chema Glera, anotado en una hoja de esas de maquetar en cuadrículas. Ponía ‘10 horas, La Isla’. O algo así”.
¿Qué tienen en común ambos oficios? Para Justo, las similitudes básicas son evidentes: contacto con la gente, capacidad para la empatía y … desajustes horarios muy semejantes, con las conocidas complicaciones de los dos trabajos para conciliar la vida familiar. Por el contrario, según su experiencia, hay también alguna diferencia: la más acusada, que se liga más detrás de la barra que detrás de la cámara. “Es que eso de la barra… Tiene su atractivo”.
P.D. Esta entrada va dedicada a todos los compañeros fotógrafos de prensa. A los que cito y aquellos a quienes haya podido olvidar, vayan mis disculpas por adelantado. Y para concluir, le pido a Justo Rodríguez que se moje. Que me diga quién de esta relación de colegas le parece mejor fotógrafo y mejor camarero. Esto me responde: “Mejor fotógrafo, Fernando Díaz; y mejor camarero, Óscar Solorzano”. Que es, por cierto, quien aparece en la foto que ilustra estas líneas y que firma, como es natural, Justo Rodríguez.