Saliendo la otra noche del nuevo Carabanchel, reparé en que la tienda vecina de quesos y otras gollerías fundada por el gran Agustín Abadía (cuyas galopadas por la banda de Las Gaunas sigo venerando) había devenido en bar. Y pensé en qué extrañas piruetas deparaba esa mezcla de fútbol y hostelería en los bares logroñeses, porque esta aventura que emprende el técnico de la SDL no es ni mucho menos insólita: durante largo tiempo se han ido hermanando los dos mundos a través de las peripecias de unos cuantos futbolistas. Sobre todo, de la época en que sólo había un Logroñés.
Eso de convertirse en empresario de la hostelería representaba una salida natural para muchos blanquirrojos, porque no tenían más que fijarse en el ejemplo del eterno presidente Cesáreo Remón, industrial de éxito en ese ramo. En mi memoria, el primer eslabón de esta cadena lleva el apellido de Lotina, el goleador que puso en pie con otros socios el Edén de la calle Lardero, esquina a Vitoria. Ahí sigue el local tan pimpante, aunque desde hace años bajo otra dirección. Muy cerca, décadas después se inauguró un bar de estética norteamericana, impulsado por otro grande de los tiempos gloriosos, José Luis Gilabert, preparador físico del CDL durante algún lustro. Una tendencia inspirada desde tiempo atrás por la saga del Buenos Aires, con sus Royo y sus Viguera, dinastías de largo recorrido en nuestro fútbol, desde su antiguo emplazamiento en la calle Laurel hasta el actual en República Argentina (que es mucho más lógico, teniendo en cuenta su nombre), donde descuella otro exblanquirrojo, Soroa.
Así que remontándonos en el tiempo…. Tirando de moviola surgen tantos casos de unión entre ambos ámbitos que he recurrido a la sabiduría y memoria de Eduardo Gómez para que ayude en la tarea. Gentilmente, me ofrece una larga lista de ejemplos, además de los citados. Así, recuerda a un tal Avelino, futbolista que casó en Logroño con una hija de quienes regían el restaurante Matute. Y no podemos olvidarnos de la casa Zubillaga, hoy bar y antes restaurante, ni de Arriola, al frente de su cafetería en Vara de Rey esquina a Somosierra luego de defender la zaga del Logroñés durante varias temporadas. Ni de Vilanova, quien matrimonió con una descendiente de los empresarios de La Chatilla, ni de Lerchundi, cuya bodeguita llamada Bezares testimonió en la calle Mayor la época en que estos establecimientos eran moneda corriente, ni del gran Belaza y su Génenis de la Gran Vía…
Así que salen unos cuantos casos, como vemos. La tendencia de algunos jugadores de jubilarse como tales y ponerse al frente de una barra se extiende por numerosos rincones de la geografía española, como si los deportistas devenidos en empresarios hosteleros intentaran trasladar la fama que alcanzaron en las canchas a su nuevo oficio y beneficiarse de su tirón mediático. Pero se trata de un oficio complicado, tanto como el de futbolista: como hemos visto de la relación arriba recopilada, algunos flaquearon en el intento. Pero otros no: otros sobreviven, porque manejan al cliente con la misma habilidad con que embocaban el balón en la portería rival. Y a quienes les vimos en pantalón corto sudando la zamarra blanquirroja en el inolvidable Las Gaunas, nos hace ilusión encontrarnos con ellos en estos otros avatares de la vida y desearles, como quien firma estas líneas, mucha suerte en sus negocios.
Y felices fiestas de San Mateo.
P.D. La relación de futbolistas que levantaron negocios en Logroño que me facilita Eduardo Gómez abarca a otros ámbitos más allá del hostelero. De donde él deduce (y razón creo que no le falta) que algo tiene Logroño cuando tantos y tantos antiguos profesionales del Club Deportivo Logroñés eligieron esta ciudad para retirarse, casarse, fundar un hogar, crear su propia prole… Todas esas cosas. Luisín, Berasategui, Casiano, Guerra, Pipo, Eguren, Lasala, Peche, Cachicha, Pedro, Garriga… La relación es tan amplia que habrá que darle la razón al gran Eduardo: sí, algo tendrá Logroño