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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Bares de todo el mundo

Nieves, en su restaurante de Logroño. Foto de Sonia Tercero

En el principio, fueron los chinos. Quiere decirse que los primeros garitos regentados en tierra logroñesa llegaron de Oriente, como los Reyes Magos. En su caso, cambiaron el oro, el incienso y la mirra por el chop suey, las setas con bambú y el rollito de primavera. Y como les ocurre a tantos extranjeros que aterrizan por La Rioja, pronto muchos de ellos se integraron entre nosotros. Amigos para siempre: aquí vemos, en la foto de Sonia Tercero que ilustra este comentario, a la emblemática Nieves, cuyo restaurante chino ejerce desde antaño como faro para toda esa comunidad de nuevos logroñeses. Hay restaurantes de esa denominación de origen por cada barrio de Logroño; yo confieso que mi primera vez (me refiero a cenar en un chino) ocurrió en una casa de comidas ubicada en Pérez Galdós, ya desaparecida. Luego frecuenté esta costumbre en una rica panoplia de ellos, desperdigados por toda la ciudad: ya no había que viajar a Madrid para practicar el uso de esos demoniacos utensilios que llaman palillos.

Si reflexiono hoy sobre el desembarco en Logroño de los sabores del resto del mundo, es porque de la restauración hemos pasado a la hostelería. No sólo los chinos; hermanos rumanos y sudamericanos, sobre todo, defienden una rica variedad de barras repartidas entre nuestras calles, con un aliento distinto en cada caso que, sin embargo, se resiste a iniciarnos del todo en los aromas de sus orígenes. Carecemos por lo tanto de la cultura gastronómico/alcohólica de que sí gozan en otros lares, sobre todo extranjeros, lo cual suele constituir un aliciente festivo y turístico de primer orden del que aquí carecemos. Una pena: porque se pierde la contribución de ese ejército de camareros llegados de medio planeta y de las manos extranjeras que se ponen al frente de estos negocios. Ya se ha dicho que los hay regentados por rumanos, como el Rincón de las Tapas de Jorge Vigón, y con el dulce acento español de las Américas, como el Mamá Inés; y también los hay, gran novedad más o menos reciente, con orientación china. Sí, china. Porque desde aquel restaurante de Nieves y compañía, hemos pasado al bar y yo me malicio que aunque ahora mismo las muestras de esta tendencia son escasas, todo se andará: primero fueron los restaurantes, luego los bazares, más tarde las tiendas de ultramarinos… La hora de los bares tenía que llegar. Y ya ha llegado.

¿En qué se diferencian estos bares de los bares logroñeses de toda la vida? A simple vista, en nada. Yo observo algunos de ellos con frecuencia y nada en su aspecto exterior ni en el corazón de su barra los distingue del resto del parque autóctono. De hecho, mantienen incluso la misma decoración de la propiedad anterior cuando asumen su traspaso, hasta el punto de que te enteras de que han llegado los chinos porque alguien te lo dice y porque si te fijas, en efecto, ves a estos caballeros y damas asiáticos al frente del mostrador, dispensando… Dispensando la oferta habitual en el resto de bares, salvo una leve variación que tiene su importancia: el precio. Intuyo que van hallando su nicho de mercado gracias a tarifas más comedidas de lo habitual, que despliegan con gran alarde tipográfico en las pizarras que saludan a la entrada. Cafés (y cañas) a un euro encierran hoy su mejor reclamo: el improbable lector los divisará desplegando esta táctica en el café Gran Vía, por ejemplo, o en el Punto de avenida de Colón. Cito los que conozco; ignoro si hay más y desconozco también si su parroquia está contenta. Todavía no he entrado en ninguno, pero las referencias que me llegan de clientes asiduos me invitan a pensar que están aquí para quedarse: que son una competencia seria para los bares de toda la vida, a quienes les empieza a brotar una china en el zapato.

Y perdón por este chiste tan malo.

P.D.  Las primeras noticias de inmigrantes en nuestros bares nos llegaron no tanto gracias a los bares que han fundado sino merced a su presencia como profesionales al servicio de jefes indígenas. Eran aquellos años anteriores a la crisis, cuando nos volvimos locos: una manifestación de nuestra paranoia fue que nos volvimos ricos de repente, de modo que los oficios más sacrificados no encontraron mano de obra local y pasaron a ser desempeñados por extranjeros. Al principio, te hacía gracia ver su impericia tirando una caña; hoy, los que resisten son profesionales tan capaces como los de toda la vida, con quienes tiendo a simpatizar de modo natural: basta pensar en los avatares que habrán sufrido hasta buscar entre nosotros su lugar bajo el sol. O a ese lado de la barra.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


diciembre 2013
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