Laurel, al filo de la medianoche | Logroño en sus bares - Blogs larioja.com >

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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Laurel, al filo de la medianoche

Vista de la calle Laurel. Foto de Miguel Herreros

El pasado 9 de junio, Diario LA RIOJA regaló a sus lectores un espectacular suplemento que pretendía retratar (más o menos) la vida en nuestra región durante 24 horas. Me tocó recorrer un rincón muy sensible de nuestra tierra: la calle Laurel durante un sábado por la noche. Me ha parecido oportuno rescatar aquí el reportaje de mis andanzas.

Uno lleva cerrados unos cuantos bares de la calle Laurel. A medianoche, en el eterno invierno logroñés, descendíamos hacia el Tívoli cuya luz ejercía como imán para la última ronda (la espuela, que le llaman) y a sus dos flancos nos saludaban los bares a punto de echar la persiana, iluminados por el lánguido fluorescente. Camareros fregando vasos y echando un ojo al Telefunken, en la triste compañía de los clientes habituales al filo del cierre: bebedores furtivos, dipsómanos habituales, una pareja de mirada turbia que renuncia a regresar a casa, un viajante despistado. Con el buen tiempo, nos resignábamos a las mismas escenas cuando asomaba la medianoche. Quiere decirse que Laurel siempre fue una fiesta para los sentidos, cierto, pero entonces carecía de su polifonía actual, esa paleta muy rica en colores con que ha ingresado en el siglo XXI. En la centuria pasada, hacia las doce de la noche los bares llevaban tiempo recogidos y la calle muerta. Sólo quedaba la última ronda en el Tívoli con su vinazo servido en duralex y el recuerdo de esas imágenes persiguiéndonos de vuelta al hogar familiar, los bares mustios y la clientela solitaria. La Laurel, siempre a mitad de camino entre Hopper y Azcona.

Así que uno, que ha cerrado unas cuantas noches la Laurel solo o en compañía de otros, piensa que le acaban de hacer un obsequio invitándole a que relate, en este poema colectivo que significa retratar el alma de su tierra natal durante 24 horas, qué misterio anida entre los bares de esta calle y su parroquia un día cualquiera sobre la medianoche. Y elige para ejecutar su plan un sábado, que no es un sábado cualquiera: es el 17 de mayo y el Atlético de Madrid se ha llevado la Liga, suceso que uno quiere anotar aquí porque esa noche Logroño está poblado de camisetas rojiblancas. Sospechosamente poblado: uno lleva aquí toda la vida y creía conocer por su nombre a todos los hinchas logroñeses del Atleti, que cabían más o menos en un taxi.

Pero resulta que se equivocaba. Resulta que esta marea que desciende hacia Gallarza engulle a los feligreses de Simeone sin hacer distinciones, porque el hechizo de la Laurel radica en su acusada vocación democrática. Aquí nadie es más que nadie: el jovencito con la camiseta sudada cuya espalda dedica a Diego Costa convive con una pareja de matrimonios de-Logroño-de-toda-la-vida, cuadrillas que se desperdigan y se reagrupan según el viejo y asombroso protocolo que todos hemos practicado alguna vez, despedidas de soltero de diseño, hum, discutible, extranjeros (me adelantan dos italianos justo a la altura del Villa Rica, a cuya puerta permanece anclado un grupito que se entiende en inglés) y la clientela habitual: los de siempre, vaya.

Los de casi siempre esperan también al otro lado de la barra. En el Calderas aguardan las botellas puestas a refrescar en su manantial infinito mientras la Laurel, que es una y trina, va despachando una larga jornada viendo desfilar por dos veces en un minuto a un coche de la Policía Local, que pasa de largo hacia Portales. Dan las doce en el reloj de Ibercaja y uno, que ha cerrado la calle unas cuantas veces, no deja de preguntarse dónde reside el encanto de este rincón de Logroño que para tantos ciudadanos ejerce como una especie de segundo hogar.

Es una pregunta que se contesta sola a poco que te regales una pausa, mires a tu alrededor y anotes qué ves. ¿Y qué ves? Ves a Inma y Rubén, que pasan la noche picando de bar en bar con unos amigos, al veterano José Luis de tertulia con los amigos, a Nano y familia, a quien hace tiempo que dejó de frecuentar . Ves a un grupo de mozos llegados desde Vitoria que confraterniza con unas chicas de Pamplona mientras despiden la soltería de una de ellas. Ves a otros veinteañeros santanderinos pedirse unos cubatas (¡cubatas en la Laurel!), ve aterrizar a otro clan de chicas recién desembarcadas desde Vitoria. Ves a Urko, Ander y Ángel, un trío de Hernani que apura el último vino. Y ves a Yerma, festejando los 25 años de su promoción con su cuadrilla de antiguas condiscípulas, que llevan todo el día de aquí para allá, pero que a última hora han rematado la fiesta en la Laurel. Supongo que arrastradas por la magia que contiene la calle incluso cuando hace frontera con el domingo.

Se apagan las luces del sábado. David, amable camarero, calcula que habrá servido unos 900 vinos. Ofrece la cifra entre sudores, porque cuando la clientela se marcha el trabajo continúa a ese lado de la barra. Así que, como han hecho tantos camareros a esa hora bruja con quien esto firma, me ruega que le deje en paz mientras concluye su tarea. Y uno, que tantas noche cerró la Laurel, vuelve a verse a sí mismo en cada etapa de su vida pisando las baldosas de esta prodigiosa calle. La calle Laurel, donde todo cambia para que todo siga igual. La Laurel, cuyo secreto salta a la vista: su secreto es la gente. La hermosa gente.

P.D. La foto que ilustra estas líneas fue tomada por Miguel Herreros en el angosto desfiladero que distingue al tramo inicial de la calle Laurel, antes de alcanzar Albornoz. Cualquiera habrá podido comprobar cómo la calle se repliega en ese punto sobre sí misma, lo cual garantiza estupendos embotellamientos en los días señalados como el retratado. Hasta el punto de que ese punto es como nuestro río Jordán: uno se bautiza como logroñés el día en que atraviesa tal fielato y alcanza el otro lado manoseado, sudado y dichoso.

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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