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Jorge Alacid

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BAR ITURZA DE LA CALLE MAYOR. 13/11/2014. DÍAZ URIEL para Diario LA RIOJA

Como decíamos ayer… Comentaba la semana pasada los curiosos avatares que viven algunos bares logroñeses so capa de la no menos curiosa normativa municipal que veta el consumo allende sus puertas. Y puesto que prometía una reflexión más pausada, allá voy. Lo primero, aquí dejo el titular: no lo entiendo. Y acto seguido, desarrollo la idea, tal y como nos sugerían nuestros maestros en la asignatura de Redacción de primer curso.

No entiendo esto de vigilar quién se toma qué en dónde por varias razones. La fundamental, es que no soy nada partidario de regular la actividad empresarial en un sector como el hostelero, que no es precisamente la industria de defensa: quiere decirse que no se trata de un ámbito vital para la ciudadanía. Forma parte de las actividades secundarias, de modo que legislar sobre tal sector me parece una pérdida de tiempo: yo, que soy acendrado partidario de la cosa pública, pienso que la Administración sí debe velar por nosotros en aquellos aspectos decisivos (educación, sanidad, servicios sociales), porque creo que lo hace mejor que la esfera privada (ya lo siento: lo digo de corazón) y porque no debemos permitir que tales ámbitos se conviertan sólo en un negocio. Pero también opino que, en consecuencia, la mano pública no pinta nada en otros negocios: el Ayuntamiento (todos los ayuntamientos) deberían dejar que un emprendedor abriera dónde y cuándo quisiera su comercio y, salvo que derive en conflicto con la vida privada del resto de convecinos o por motivos de orden público, que cada camarero aguante su barra.

Por otro lado, no olvido las sabias palabras que una vez me regaló un munícipe logroñés, nada amigo de regular aquellas actividades… que no se pueden regular. Porque no hay medios humanos ni materiales. El buen concejal debería saber que tipificar como sancionable todo aquello que sólo se puede sancionar poniendo a un guardia detrás de cada logroñés… En fin: que no es buena idea, puesto que resulta imposible, una locura, una insensatez. Si te estás tomando un vino, te llaman al móvil y sales del bar copa en ristre porque dentro no se oye nada, ¿te llevas una receta del municipal de guardia? ¿Charlar sosegadamente con la espalda contra la fachada del bar con otro cliente que también esgrime su vaso es merecedor de castigo? ¿Por qué en unos bares sí y en otros no? Mientras paladeas tu consumición sin meterte con nadie a las afueras del local de confianza simplemente porque te apetece disfrutar de una noche estrellada (qué cursi me pongo), ¿debes ser reconvenido por la ordenanza municipal mientras apenas unos metros más allá se celebra un botellón multitudinario?

Yo confieso. Sí, también he pasado algún rato en la calle Mayor tomando una caña fuera del Iturza, uno de los bares bajo el ojo policial. Lo he hecho en compañía de otras gentes que disfrutaban de un rato tranquilo, de tertulia, sin importunar a los vecinos más de lo que incordia una procesión, una manifestación o Logrostock, por poner algún ejemplo local. Y también he intentado alguna vez llegar hasta mediada la calle Laurel (donde por cierto vive gente que paga igualmente sus impuestos, tasas y tributos) y he tenido que desistir, por el elevadísimo número de personas que estaban tomando vino… Bingo: en la calle. No veo la diferencia. Y tampoco veo por qué alguien no puede abrir un bar donde le pete si tiene los permisos en regla, sin tener que medir la distancia que le separa del local más cercano.

Así que voy concluyendo. Pese a lo antedicho, no soy nada partidario de la ley de la selva hostelera. Me parece correcto que el Ayuntamiento resguarde los intereses ciudadanos en este ámbito, donde tiene bastante trabajo, por cierto, aunque en otro subapartado: no hay más que ver el descontrol al que Logroño se ve sometido en tiempo de terrazas, que ahora es todo el año. ¿Esa invasión del espacio común con los engendros que se han popularizado últimamente no debería merecer del Gobierno local algo más de atención? ¿Se sanciona a mucho camarero abusón por el insoportable arrastre de veladores de cada noche? ¿Esas acumulaciones de sillas en altura que en algún caso han provocado algún siniestro no son más peligrosas para el orden público que una pareja que se toma un vino a la puerta de un bar de la calle Mayor?

Ah, todo son preguntas. Las respuestas, como cantaba el bardo de Minnesota, están en el viento, maifren. En consecuencia, persiga la Administración lo que de verdad, de verdad, pero de verdad de la buena, perturba la convivencia y permita que esa mano invisible que según la doctrina liberal regula la economía dirija las actividades más cotidianas de los logroñeses, sobre todo en cuestión de bares. Porque para que nos echen a la calle nunca hemos necesitado la ayuda del Ayuntamiento.

P.D. En teoría, el celo municipal en este ámbito se dirige a garantizar el cumplimiento del artículo 22.4 de la ordenanza municipal de Logroño, según el cual “los titulares de las actividades deberán velar para que los clientes no produzcan molestias por ruido en el interior del local e impedir la salida del establecimiento por parte de éstos con bebidas y alimentos servidos para su consumo en el local, para lo cual adoptarán las medidas necesarias y eficaces que garanticen el cumplimiento de esta obligación”. Una cuestión, como se ve, de obligado incumplimiento, salvo que cada bar contrate servicio de seguridad. O salvo que vivamos en Corea del Norte y no me haya enterado.

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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