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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

El último bar

 

Muere el año y entre mazapanes y zambombas, la avalancha de nostalgia que todo lo invade se apodera también del espíritu de nuestros bares y desemboca por lo tanto en este blog. Me preguntaba cómo cerrar este 2014 al que también hemos sobrevivido y caí en la cuenta de que son fechas propicias para compartir con el improbable lector una costumbre que uno lleva observando largo tiempo y que resulta ser un hábito común a unos cuantos logroñeses: eso de reunirse con los amigos para despedir el año con un brindis previo a la ingesta de marisco y espumosos, tanto antes de Nochebuena como antes de Nochevieja.

Se trata de un hábito que, en efecto, puebla los bares del centro y del extrarradio, en función de las querencias propias de quienes protagonizan la última ronda, el último trago de cada año, la visita al último bar. En mi caso, acostumbro a acudir para tales fines a la zona antes conocida como Tontódromo, que ya ocupó aquí alguna entrada y reaparece de vez en cuando: el Paseo de las Cien Tiendas, le llaman. Se trata de una zona que frecuento escasamente durante el año, así que concluyo que si regreso una y otra vez a estos lares para la apoteosis navideña debe ser porque, como los asesinos, yo también vuelvo al lugar del crimen. En consecuencia, quedo en paz con mi psicólogo, si lo tuviera, y en este retorno a la edad del pavo me suelo citar con las amistades en el Amalys de Ciriaco Garrido, local que tanto frecuenté de mozo. A continuación, la ruta nos lleva por los bares arracimados a su alrededor. Los antiguos y los nuevos: entre los primeros, Cibeles, que alguien llamará Cacao; entre los recién llegados, hay de todo: antaño, cuando al grupito se le agregaban los críos que hemos ido criando, se requería un local de anchuroso espacio para acogernos a todos, requisito que no cumplen tantos bares de los allí alojados.

Era por lo tanto habitual acabar en el bar del Círculo Logroñés, castizo recinto que no dudo en recomendar. Pero también el Marbella nos aceptó alguna noche de frío helador, como el Vinnone o el Napoli. Repaso mentalmente la lista de los bares de esas céntricas manzanas y concluyo que prácticamente acabamos ingresando en todos ellos, alguna que otra vez. El Magyk, el Cóndor (hoy Continental), el Café Crema… Y mientras veo las fotos que en ocasiones memorables nos tomaron (eran los tiempos anteriores al selfie), noto que, en efecto, el aluvión de nostalgia es imparable: se ve uno envejecer, cierto, pero también contempla cómo los niños de entonces son hoy casi veinteañeros o sin el casi. A todos les deseo que dentro de unos años repasen su propio álbum de fotos (o lo que venga después del selfie) y comprueben que el paso de la vida se saborea mejor… en la mejor compañía.

De modo que así se garantizarían que esta travesía en pos del último bar del año seguirá siendo un rito que seguramente compartirán con otros logroñeses. La Navidad, que provoca no escasos males y amenaza con temibles derivadas que no citaré, reúne también otros méritos que se arriesgan a pasar desapercibidos: entre ellos, no resulta para mí el menor la posibilidad de concederme un oasis entre el ajetreo diario para recuperar un rato de sosiego y entretenerme con la cháchara que ofrecen amigos y conocidos. Porque otra de las vertientes de esta costumbre de peregrinar de bar en bar antes de las cenas familiares es corroborar lo arriba citado. Que otras cuadrillas de generaciones vecinas (año arriba, año abajo) practican la misma tradición, de modo que uno aprovecha para saludar a esas buenas gentes a quienes apenas ve durante el resto del año, incluyendo en semejante costumbre a esa especie de logroñés trasterrado que nos visita sólo durante estos días y que nos mira como nosotros le miramos: viéndonos como los chavales que siempre fuimos.

De modo que voy concluyendo. Hace un par de días me sumergí en esta costumbre con ocasión de la Nochebuena y no se me ocurre nada mejor que reincidir en la última noche del año. Quedaré por lo tanto con los amigos, me resignaré al barullo de villancicos que algunos paisanos perpetran con más voluntad que acierto, me tropezaré con esas caras que nos parecen conocidas desde el tiempo en que las canas eran una perspectiva lejana, comprobaré que, como el turrón célebre, todavía siguen quedando logroñeses que vuelven a casa por Navidad y brindaré por un 2015 mejor que el 2014.

No será difícil que así sea. El año entrante promete emociones fuertes, igual en la vida que en los bares. Tres elecciones se aproximan en el horizonte (locales, regionales, nacionales) y nuestros asombrados ojos volverán a ver cosas que no creerían. Lo cual será objeto de comentario lejos de aquí: en este blog sólo se habla de bares. De bares y alrededores. En consecuencia, si reviso lo acontecido en el viejo 2014, dictamino que para Logroño fue un buen año: abrieron bares con muy buena pinta (incluyendo las reaperturas de Tívoli y Las Cañas, éste como Wine Fandandgo), no cerraron demasiados (el Perchas sea excluido) y el sector logró al menos lo que deseamos todos: sobrevivir. Pedir más resulta excesivo. Como le contestó Bogart a una camarera de su bar en Casablanca cuando le preguntó qué iba a hacer esa noche: “No hago planes con tanta antelación”.

 

Marián, con Tere en el Donosti

 

P.D. Ya han empezado a recibir sus premios los afortunados con el sorteo de una ración doble en los bares de confianza que se ofrecieron generosamente a colaborar con este blog. Aquí aparecen Marián y la compañía cuando se dieron una vuelta por el Donosti y Tere les obsequió su proverbial hospitalidad. También Carmen Torres se pasó por… el Torres, claro, pero ni siquiera pudo hacerse una foto que lo atestigüe de atestado que se encontró el bar y agobiados a sus responsables. En cualquier caso, a todos muchas gracias. Y un dichoso 2015: nos vemos en los bares.

 

Temas

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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