Y el premio es… para el Bretón. Aunque en realidad no hay ningún premio: el título de esta entrada sólo sirve para este tontorrón juego de palabras que me permite descifrar el bar que concita más respuestas entre los encuestados por este blog en busca del favorito de sus seguidores. En el sondeo, que no tiene validez científica alguna como insisto en recordar, han participado unos cuantos lectores que fueron dejado sus opiniones de modo espontáneo y también quienes han contestado a mi requerimiento directo. Hubo tres entradas monotemáticas: las protagonizadas periodistas, políticos y logroñeses que viven fuera. Gracias a todas estas aportaciones, este experimento/juego/diversión o lo que sea, ya tiene ganador. El Café Bretón.
Y se impone el local de la calle homónima con seis votos de otros tantos logroñeses, sólo uno más de los recibidos por otros tres locales que ocupan las siguientes posiciones: Soriano, Torres y Tastavín. Un trío que se lleva cinco menciones cada cual y que completa con el mencionado Bretón una especie de itinerario de las barras logroñesas que ayuda a despejar la incógnita célebre: qué buscamos cuando vamos de bares. La respuesta es sencilla: un poco de todo. En el caso del Bretón, pienso que le beneficia su condición de bar total. Es decir, que estamos ante uno de esos locales que abre en prolongado horario porque cuenta con un público que responde por igual al desayuno matutino, el vermú, el café de media tarde… Una parroquia que tiene puestas sus complacencias también en él para la ronda de vinos, la copa noctívaga… Una clientela, en fin, tan adicta a los veladores del entrepiso con vistas a la calle Laurel como a la terraza con vistas al teatro.
De ahí esos seis votos, sospecho. Contribuye a pensar en el Bretón como el bar favorito de unos cuantos encuestados por otros dos factores: el paso del tiempo, que canoniza locales que cuando son neonatos apenas nos dicen gran cosa, y su condición de faro cultural de Logroño. El Bretón suele ser noticia más allá del sector hostelero, como puede comprobar cualquiera que fisgonee por google y de hecho hace unos años ya recibió un precio nacional concedido por los hosteleros patrios. Lo cual significa algo y puede no significar nada: como mantemos con los bares una conexión más bien sentimental, podemos elegir el que nos guste por la primera razón que nos venga a la cabeza (más bien, al corazón) y no tener que justificar nuestra elección. Ya lo decía el bolero: el corazón tiene que cosas que la hostelería no entiende.
De modo que tenemos una especie de bar de bares, de panbar si se me acepta el neologismo, en el primer puesto y un trío que le persigue con una oferta complementaria: Tastavin y Torres, que son vecinos por cierto en la calle San Juan, comparten un espíritu similar. Gran nivel de tapas y pinchos, esmerado servicio y una oferta muy suculenta de vinos por copas con énfasis en referencias poco conocidas y atención a las novedades que demanda un consumidor cada vez menos borrego en materia de Rioja. La fotografía de los gustos logroñeses se completa por lo tanto con el Soriano, que es justamente lo contrario: la devoción por lo conocido, la seguridad de saber que hay bares donde apenas nada cambia. Eso es el Soriano (con su ejemplar pincho de champiñón tan emblemático como bandera) y eso representan otros locales, como el recién desaparecido Perchas (que se lleva cuatro votos, por cierto) o el Sebas, premiado por tres encuestados.
También La Tavina, el Mesón Alfonso y el Pata Negra se hacen con tres votos y añadiré tan sólo al Tivoli de la larga lista de bares favoritos, porque recibió cuatro apoyos que resumen muy bien de qué hablamos cuando hablamos de bares: entre quienes lo citan como uno de sus bares predilectos figuran quienes en realidad votan al primer Tivoli, no al actual. Lo cual, como digo, confirma la impresión arriba citada, germen de hecho del nacimiento de este blog: que hay una especie de geografía sentimental encerrada en nuestro propio mapa personal e intransferible de bares, habitado tanto por los que son como por los que han sido. Y que tal vez sólo en materia de bares uno puede seguir prefiriendo votar por un fantasma y dejarse traicionar por la memoria: cuando votamos por uno de esos garitos ya difuntos, puede que nos estemos limitando a honrar el tiempo en que fuimos más jóvenes.
P.D. Los improbables lectores de este blog tal vez recuerden una entrada reciente dedicada al universo de los
bares de carreteras. Como mi favorito mencioné entonces a
El Duque de Medinaceli, situado en la travesía desde Logroño a Madrid por la N-111. Una visita reciente me permite avisar de que el bar estará cerrado durante este mes y parte de febrero porque se somete a cirugía. Espero que la visita del bisturí no lo desfigure ni le reste encanto: cruzo los dedos. La ¿buena? noticia es que cuando reabra se beneficiará de que un corte en la carretera por las obras de duplicación de vía obligará a los vehículos a cruzar de nuevo por Medinaceli. Por lo tanto, no será preciso durante una temporada dar un rodeo para detenerse a la puerta de un bar que lleva derrochando clase y mucho estilo durante más de medio siglo. Le deseo larga vida y que no cambie demasiado. Sus fans lo agradeceremos.