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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

La invasión de las terrazas crecientes

Terraza del actual café Moderno, cuando se llamaba Oriental

 

Gobernaba Logroño José Luis Bermejo allá a finales del siglo pasado. Quien esto escribe deambulaba por los corredores del Ayuntamiento buscando alguna noticia que llevar a la redacción cuando tropezó con un edil cariacontecido a la salida de una comisión, quien le entregó una cuartilla donde se condensaba el motivo de su queja: allí, dibujado con la pericia de un niño de cuatro años se contenía el despliegue de veladores de un céntrico bar de Logroño. Apenas un boceto con unas mesitas con sus sillas, diseminadas en el entorno del local: un croquis indispensable para contar con el permiso municipal, de modo que el Ayuntamiento pudiera enviar luego a sus inspectores a comprobar si, en efecto, la terraza veraniega se ajustaba al plan propuesto por el empresario y aprobado por la municipalidad.

La causa de su desconsuelo era evidente: tanto el concejal como el periodista transitaban a diario por la zona donde se ubicaba aquel bar y podían comprobar que el dibujo no se correspondía con la realidad. El dueño del local había multiplicado por ene su propuesta, repartiendo mesas y sillas por donde le placía, invadiendo el espacio dedicado en teoría al peatón y molestando a los vecinos, así a los más cercanos como a los de enfrente: en la cumbre de su desparpajo, había cruzado la calzada y extendido sus dominios como le dio la gana. No era esta sin embargo la razón última del pesar que mostraba nuestro edil. Su escandalizada pena tenía que ver con lo que acababa de comprobar en comisión: que el Ayuntamiento se encogía de hombros. Los responsables de Urbanismo alegaban que si procedían contra este empresario debían hacerlo también contra la práctica totalidad de bares con terraza. No había inspectores suficientes para comprobarlo… ni ganas tampoco de ejecutar el indispensable celo municipal, puesto que acarreaba la necesidad de pisar algunos callos.

 

Veladores en la calle Portales de Logroño

 

Pienso a menudo en aquella anécdota a la vista de cómo ha ido evolucionando este universo de las terrazas logroñesas. Y reparo sobre todo ahora en que colonizan el verano de nuestra ciudad, a partir de una foto que colgó en su cuenta de facebook el político Miguel González de Legarra. Al principio no la entendí y eso que nací a dos pasos de donde fue tomada: resulta que ‘eso’ es la calle Portales, a la altura de La Redonda. Y no: no es una instalación artística ni performance alguna. Se trata tan sólo de cómo ha desplegado a su alrededor un bar allí emplazado sus veladores. Obsérvese que, sumadas las sillas y mesas al resto de mobiliario urbano, apenas queda un triste pasillo para que transite el ciudadano. Nada que uno no vea también en otros rincones de la ciudad: hay calles donde el paseo se convierte en una carrera de obstáculos, entre terrazas, ciclistas, farolas que nadie pide, bancos que nadie usa y peatones que caminan a la logroñesa, es decir, pensando como Fraga que toda la calle es suya. Intente usted sortearlos: mala idea. Mejor haga como yo: cruce de acera…

… Y se la encontrará tomada por otra terraza, que se van extendiendo hasta el infinito y más allá. Uno, que ha sido cliente antiguo y tenaz de este acabado ejemplo de cómo un bar se convierte en fenómeno social donde ver y ser visto, entiende que el placer de disfrutar de un trago o un bocado al aire libre es una de las grandes conquistas de nuestro tiempo. Así que no tengo nada contra ellas, sino todo a favor; tampoco estas líneas deben leerse como un alegato contra el empresariado local de la hostelería, que bastante sufre con tener que hacer malabares para que le cuadren las cuentas cada día y que anda este fin de semana soliviantado, así que lo último que precisa es que le toquen las narices o la caja registradora. Pero no deja de sorprender la permisividad municipal con una moda que atenta contra las formas civilizadas de compartir el espacio público: esto de plantar la terraza donde a uno le apetezca, allá penas si molesta al resto de paisanos o de si cumple los requisitos del Ayuntamiento (o los impuestos por el puro sentido común) me parece una mala idea. A todos se nos puede acusar de conducta incívica en un momento cualquiera de nuestra trayectoria como ciudadanos. Pero entronizar este desprecio a los demás que significa la invasión de las terrazas crecientes me parece lo antedicho: mala idea. Una mala forma de ser logroñeses.

P.D. La extensión exagerada de la terraza suele acarrear otros motivos de preocupación. Por ejemplo, la escandalosa (y peligrosa) altura que alcanzan las sillas cuando se recoge la terraza, que en algún caso llegan al primer piso del edificio colindante y han provocado ya algún siniestro, por fortuna menor. También ahí me parece que el Ayuntamiento mira hacia otro lado, al igual que se inhibe con esa funesta manía de arrastrar los veladores cuando se despliegan por el entorno de cada bar, a desprecio de la ordenanza municipal sobre ruidos. Aunque para ruido, la agradable sinfonía que se perpetra cada mañana, cuando se descorren los gigantescos candados que sujetan sillas y mesas y se dejan caer graciosamente al suelo. Ese sí que es el auténtico himno de Logroño.

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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