>

Blogs

Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Preparados para el vermú

Sirviendo vermú en el bar Cuatro de Logroño. Foto de Juan Marín

 

Confieso que he bebido. Confieso que he bebido vermú. Martini rojo, Martini Blanco. Tirolés solo y en compañía de moscatel, resaca inolvidable (tan inolvidable que se me ha olvidado). Confieso que he bebido vermú Martini solo o con sifón (vale también la soda, que mezclaba fetén con el Martini blanco). Vermú Martínez Lacuesta, cuya versión reserva me parece la cumbre para cualquier aficionado a este bebedizo que ha aparecido por este blog alguna vez y a cuya esencia regreso ahora en que se ha vuelto a poner de moda.

Tal vez, porque nunca se había ido. No, el amigo vermú nunca nos ha abandonado pero, como tantas otras pócimas, encierra algún misterio, según el cual habita entre nosotros, nos hace compañía y de repente se sumerge en las brumas del recuerdo, reaparece convertido en tendencia, regresa de nuevo al anonimato… de donde lo rescata ahora una nueva generación de parroquianos adictos a su capacidad de alargar la hora del aperitivo hasta ese momento tan especial en que parece imposible volver a casa. Se llama magia. La tertulia se alarga, los tragos se van empalmando (con perdón) y el almuerzo se convierte en otra cosa, algo más grato, algo inexistente.

Porque el vermú es especial. Tan especial que resulta raro tropezar con alguno de sus aficionados entregándose a perpetuar su devoción a otra hora que no sea la arriba citada, ese tramo impreciso que precede a la hora de comer. Al único que recuerdo tomando vermú de noche es a quien firma estas líneas. Pero esa es otra historia. La que nos ocupa tiene que ver con la reaparición de ese líquido rojizo (más frecuente que el hermano menor, el blanquito: como en Blancanieves) en forma de tendencia en ciertos bares de Logroño. En todos se sirve, por supuesto: pero la novedad reside (según creo) en que el vermú se exhibe como bandera. Mejor dicho, como banderín de enganche al potencial cliente: aquí adoramos a Don Martini y sus colegas parecen decirnos esos locales donde la oferta de vermú, en efecto, ocupa un ancho espacio en la barra y a gritos mudos corean su mercancía para delicia de quienes tienen puestas en el vermú sus preferencias.

Así sucede en el bar denominado Cuatro, todavía de reciente apertura (en la imagen, cortesía de Juan Marín). Emplazado en el Espolón, dispone de una abundante oferta donde prevalece el mentado Martínez Lacuesta, natural de Haro; así ocurre también en el Barrio Bar, que mereció aquí unas líneas meses atrás. En el local de Menéndez Pelayo predomina la marca bautizada en Cenicero como Tirolés, acunada en la bodega de Valentín Pascual. Ambos aparecen por cierto en otros bares de la ciudad, de donde se deduce que no sólo de Martini vive nuestro universo vermutero y que un poco de chauvinismo no le hace mal a nadie… sobre todo si la recompensa es un trago de tan estupendas bebidas. En el Barrio lo sirven bajo el nombre de preparado, mezcla cuyos ingredientes desconozco pero cuyo resultado me resulta admirable: el que prueba, según compruebo, repite.

De modo que gloria al vermú. Ojalá que esta sea la última resurrección. Quiere decirse que ojalá el vermú haya llegado aquí para quedarse, sobre todo si sirve esta moda actual para que se divulguen mejor las mencionadas marcas riojanas que compiten con hidalguía en el mercado que una vez vimos monpolizado o casi por los italianos. Y gloria al vermú porque pocos brebajes pueden presumir de haber alumbrado a un hermano menor que haya acabado por conquistar tanta fama y relevancia que el mayor: me refiero al marianito, ingeniosa palabreja que es al vermú lo que el corto a la caña. Quién nos iba a decir cuando empezamos a frecuentar al amigo marianito que llegaría tan lejos. Nada menos que a La Moncloa.

P.D. Entre las marcas citadas arriba no figura otra tan ocurrente como la llamada Maritrini. La primera vez que mis ojos tropezaron con tal rótulo dominando una botella casi idéntica en formato, logo y resto de diseño de marca fue allá en el 1983, en la cantina del cuartel: miraba el vermú una y otra vez y una y otra vez mis ojos se resistían a interiorizar la tal palabreja. Pensaba entonces que había bebido más Maritrini de la cuenta y de ahí el baile de letras; luego fui encontrándome con el amigo Maritrini en otras andanzas más cerca de casa y supe que no era el único testigo de semejante alucinación. Se me solía aparecer de madrugada, en compañía de otras amigas suyas igual de desconcertantes (la ginebra Lirios, el ron Bacarlí) y supe resistir a sus encantos parapetándome detrás del original: fundada en Turín en 1863, la casa madre de los Martini merece el reconocimiento que desde aquí le rindo… sin olvidarme de los queridos vermús riojanos.

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


noviembre 2015
MTWTFSS
      1
2345678
9101112131415
16171819202122
23242526272829
30