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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

“Camarero, no me ponga un Artadi”

Copa de Artadi, antes de irse de la DOC Rioja

 

Un viernes cualquiera en Logroño, hora del aperitivo. En un bar cuyo nombre evitaré mencionar, célebre por su acrisolada oferta en vinos, comparece un matrimonio. Piden sendos vinos a la camarera, quien se dispone a cumplir su cometido cuando, atención, el caballero salta de su taburete y clama, llamando la atención del resto de parroquianos: “No me pongas Artadi, por favor”. La camarera alega que no: que no le va a poner vino de esa marca, sino de otra de nombre parecido que también evitaremos mencionar. El cliente se tranquiliza y entabla con su pareja la tertulia de rigor. Quienes contemplamos la escena nos sonreímos entre nosotros. La camarera también sonríe: algo nos dice que no es la primera vez que vive una anécdota semejante.

Como este no es un blog de vinos, sino de bares, declino profundizar en la penúltima polémica asociada a los vericuetos de la DOC Rioja y sus bodegas. Hay voces muchísimo más autorizadas que la mía, así que recomiendo a los improbables lectores que si quieren forjarse una opinión sobre ésta y otras controversias acudan a la oferta de opiniones recopiladas en la web de Diario LA RIOJA, empezando por la de mi compañero en esta casa Alberto Gil. Yo me limitaré a observar los efectos que para el consumo de una determinada marca de vinos puede tener la decisión (legítima, claro) adoptada por sus responsables de abandonar el Consejo Regulador y envolverse en la ikurriña, versión alavesa.

El mandatario de la bodega argumenta que tomó tal decisión amparado en factores puramente vinícolas. No conozco al caballero, pero vale: me lo creo. Me creo menos que haya sido ajeno al revuelo político organizado alrededor de su abandono de la DOC: supongo que, como cualquiera en su pellejo, aprovechará para pescar en aguas revueltas y extraer los beneficios que pueda para su bodega de su deserción. Menos en serio me tomo un par de coartadas que le he leído en las entrevistas que va concediendo desde que hace poco más de un mes abandonó Rioja: la primera, su frase de que Álava es Álava y La Rioja es La Rioja. Por supuesto. Imposible estar en desacuerdo: y Castellón es Castellón y las Islas Vírgenes, otro tanto. Pero ocurre que, salvo algún nacionalista recalcitrante, cuando el consumidor pide un vino de Rioja no suele reclamar que proceda de una subzona concreta. Porque, entre otras cosas, qué tiene que ver una bodega de Álava como Artadi con otra de esa misma provincia como Faustino. Y porque además resulta que algunas uvas con que tales vinos se elaboran proceden, en efecto, de viñedos alaveses, pero resulta que otras llegan de cepas riojanas. Y me malicio que ni el catador más reputado sabrá confesar cuando saborea alguno de estos vinos de nuestros amados vecinos si detecta el ADN vasco en el fruto que procura esa gloria que llega a nuestros gaznates.

Segundo desacuerdo con el bodeguero: le he leído que Álava respira vino por los cuatro costados. ¿Seguro? Porque yo algo conozco esa tierra, a la que me siento unido de corazón, y el vino sólo surca sus venas de la sierra de Cantabria a esta parte. Vastas regiones de la provincia permanecen ajenas a la cultura de la vid, de donde concluyo que, como ocurre siempre que la política se inserta en cualquier debate, todos acabamos siendo rehenes de nuestra tendencia a la hipérbole.

En resumen: que me intriga saber si algún otro cliente riojano ha vetado en su itinerario chiquitero los vinos de Artadi como observé en la anécdota con que arrancan estas líneas. Uno, nada amigo de boicoteos porque es tanto como escupir al cielo con las consecuencias conocidas, admite que siente curiosidad sobre el auténtico impacto que opera esta deserción en la ingesta diaria de nuestros vinos favoritos en las barras de confianza. El Rioja, con todas sus imperfecciones y necesidad urgente de mejoras, sigue jugando en las grandes Ligas. Y la jugosa oferta que uno encuentra en los mejores bares de Logroño evita tener que pronunciar la frase que encabezaba estas líneas porque resulta innecesario sortear a las bodegas desafectas. Las que se quedan nos ofrecen vino suficiente y de garantías. Vinos extraordinarios.

P.D. En Artadi aseguran que venden ahora más vino que antes; de lo cual me alegro sinceramente. Y les felicito: tienen suerte de que haberse encerrado en Álava para proteger a sus vinos de la maléfíca influencia riojana. Porque si hubiesen hecho el recorrido contrario, abandonar la subzona alavesa para cobijarse bajo el exclusivo paraguas de Rioja, me temo que eso de ‘Camarero, no me ponga un Artadi’ tal vez hubiese sido petición corriente… en las queridas barras de nuestros vecinos del norte.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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