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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Un bar en un libro

El Moderno, cuando aún no lo era

 

Durante casi un año, Diario LA RIOJA ha ido publicando cada domingo una serie insólita porque recogía la historia de un bar. Un café, mejor dicho. El Café Moderno. Se trataba de, aceptando la propuesta de colaborar dirigida desde la dirección del establecimiento que pilota Mariano Moracia, retratar la vida de Logroño, España y el mundo a través de su reflejo en la propia peripecia del Moderno. Esta serie ya concluye. Por eso me ha parecido pertinente recuperar en este espacio el prólogo que en su día escribí como pórtico, para que el lector se hiciera una idea de qué iba a ir publicando el periódico decano de la prensa regional. Aunque ya me he ocupado otras veces del singular negocio de la plaza Martínez Zaporta, me malicio que sigue teniendo sentido dedicarle esta entrada.

Allá vá.

Érase una vez una ciudad. Una ciudad con su trajín, su bullicio, su algarabía. Una ciudad con sus ciudadanos, por supuesto. Ciudadanos con sus cuitas, sus dimes y sus diretes, aunque vaya a usted a saber qué significa dimes y qué significa diretes. Con sus cavilaciones, en fin. Con sus inquietudes, ensoñaciones, fantasías y (también, también) con sus pequeñas o grandes miserias cotidianas.

Y érase una vez un café. Llámelo el amigo lector bar, cafetería, garito, cantina, taberna, tasca o como guste. Nosotros le llamaremos café porque eso es precisamente el protagonista de este cuento, un café. Así que tenemos una ciudad y un café, que poco más se necesita para construir una historia larga, profunda y adictiva. Y no es un café cualquiera: es el Moderno, alojado en la muy castiza plaza de Martínez Zaporta, corazón de Logroño. Así que con todos ustedes el Café Moderno, nada menos, que lleva meses soplando las primeras cien velas de la imaginaria tarta (o no tan imaginaria) que sus leales le han preparado para celebrar como merece la magna efeméride. Porque durante el año 2016 ha cumplido su centenario y por si acaso la propiedad, la clientela y demás parientes no están presentes cuando celebre sus 200 años, que todo puede suceder, consideraron llegada la hora de honrar al Moderno como suele hacerse en estos casos: echando la casa por la ventana. Mejor dicho, el café.

De modo que la familia Moracia, con Mariano al frente, prometía emociones fuertes para celebrar el año y cumplió con su advertencia a medida que avanzaba el calendario. Como preludio, desde el día 6 de septiembre las páginas de Diario LA RIOJA volvió a asociar su nombre, el del periódico decano de la región, con el café ubicado allí donde antaño se levantó su sede. Porque el Moderno es uno y trino: es café, claro que sí, pero también fue teatro (hoy, sólo cine) y, además, un singular edificio de viviendas, rematado por una elegante cúpula en su cima y ocupada su planta baja durante largo tiempo por menesteres de todo tipo; entre ellos, en efecto, el de albergar el siglo pasado la redacción y talleres de Diario LA RIOJA, suceso que no olvidan los logroñeses que más canas peinan.

Entre ellos, figura desde luego el citado Mariano Moracia, penúltimo eslabón de la maquinaria que pusieron en marcha sus antecesores para gloria de Logroño y sus bares. A Mariano se le ocurrió aprovechar el centenario del café para contar en este periódico su historia, que es un poco la  historia de todos nosotros: a través de sus episodios fue asomando la vida de una ciudad entera, Logroño, capital de una región cuya trayectoria puede leerse también espigando entre los avatares del Moderno. Porque cada acontecimiento, la letra grande y la letra menuda de la Historia, los personajes que la enriquecieron (y aquellos que se empeñaron en empeorarla), las peripecias propias del café y las tribulaciones de sus dueños, empleados y clientela se han ido proyectando contra el telón de fondo de su barra, sus veladores y su terraza. Y porque las interminables tertulias, los jugadores de dominó, los habituales del menú del día, los parroquianos más fieles y los clientes furtivos han edificado la biografía del Moderno mientras de paso escribían la historia sentimental de Logroño.

De modo que a Mariano Moracia le resultó sencillo convencer a Diario LA RIOJA de la pertinencia de publicar este serial durante los meses que mediaron hasta junio. Antes ya alistó para la causa a otro logroñés conspicuo, José Gómez, a quien se debe la recopilación de datos, fechas y anécdotas que resumen la vida del café. Luego reclutó a la ingeniosa pluma del periodista Luis Javier García, brillante artífice de los capítulos que cada domingo fueron viendo la luz en el periódico decano de la prensa regional.

Son sólo un par de nombres propios de la larga nómina de protagonistas convocados para la misión de perpetuar la memoria del Moderno. A todos ellos se agregó Diario LA RIOJA con su propósito de siempre: reforzar su vínculo con sus lectores. Mirar la vida a través de los ventanales del Moderno. Observar cómo nos reconocemos los riojanos reflejados  en los espejos del café. Meditar sobre qué sociedad ha forjado el paso del tiempo. Y abrazar el jugoso porvenir hacia donde nos guía el  tictac del reloj Coppel, el venerable reloj del Moderno que desde hace un siglo marca la hora de Logroño. El reloj que encierra también su alma.

P.D. La recopilación de todos los artículos publicados engrosa un recio volumen donde el lector interesado podrá bucear por los intestinos del Moderno, su vida y milagros. Su edición está próxima; a la venta en las mejores librerías.  

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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