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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Mario Conde estuvo aquí

Dibujo del Perich en Camarote Madrid

 

Escapada veraniega a la querida León. Repaso de urgencia a su mapa de bares: mutan varios de ellos, resisten unos cuantos inolvidables (La Bicha, El Tizón, El Flechazo con sus sabrosas patatas, fritas y gratis), se adhieren otros más a la jugosa oferta hostelera… De tertulia con amigos leoneses de acusado linaje, me confirman lo que cualquiera pueda observar en la España interior: “Aquí han desaparecido la industria y la ganadería. Sólo hay bares y funcionarios”. Como no tengo nada ni contra unos ni contra otros, prosigo la caminata en dirección a otra barra de la que fui devoto, el Camarote Madrid.

Tremendo bar: la distancia no ha hecho sino agigantar su presencia. La barra es formidable, desde luego, con su apabullante cocina en miniatura, sus raciones perfectas de punto y su ágil servicio, muy profesional. La clientela ingresa por oleadas, apura hasta entrada la tarde el aperitivo (honor a los adictos al vermú largo), se lleva bajo el brazo alguna de las golosinas que también se elaboran por encargo. Luego de una bendita fuente de almejas en salsa y de su incombustible arroz negro con calamares, me da por visitar como suelo las paredes donde se iza una larguísima colección de fotos. Son retratos de parroquianos que alguna vez pisaron estas baldosas, retratados y enmarcados según una costumbre que se observa en otros bares, como fue norma en los de Logroño, aunque se trata de un motivo decorativo que ha ido desapareciendo de nuestros bares predilectos. También de los restaurantes. Me recuerdo en el Cachetero viendo una y otra vez las mismas caras de antiguos clientes, celebridades que aguantan mal el paso del tiempo, famosos por un día y otras buenas gentes que quedaron allí, inmortalizadas en la popular casa de comidas de la Laurel.

Pero no hay muchos más en Logroño, salvados sean los muros del Moderno, abrillantados igualmente con las fotos de sus clientes conspicuos y otros momentos de gozo para la familia Moracia. Lo cual es una pena, porque esta decoración tiene un punto fetén para quien esto escribe: permite comprobar cuánto daño hace el paso de los años. Y revisar el pasado. Lo cual depara sorpresas: el prestigioso cliente de ayer, que añadía brillo a su paso por el bar, hoy es un apestado. Y supone también una invitación a la melancolía: algunos de los retratados pasaron a eso que llaman mejor vida, de modo que resulta inevitable cierto escalofrío revisando estas fotos que a menudo adquieren la categoría de panteón. Cómicos, deportistas, políticos… Quienes un día fueron presencias habituales, a quienes veíamos por televisión o aparecían por las páginas del periódico, ahora son vagos fantasmas. Incluso confieso dificultades para reconocerlos por sus nombres, cuando no hace tanto tiempo eran una estampa tan cercana.

Por ejemplo, el Perich. Hoy me temo que su recuerdo se difumina, pero hubo una época en que era una referencia insoslayable cuando abríamos un diario o una revista. El listado de medios donde colaboró es abrumador: Solidaridad Obrera, El Correo Catalán, La Vanguardia, El Periódico, El País, Hermano Lobo, Por Favor, El Jueves… Incluso publicó algún libro con sus chistes: aquel volumen titulado Autopista me regaló grandes tardes en la adolescencia, con la sonrisa siempre a flor de piel. El tipo de sonrisa que despierta el humor inteligente. De Perich, prematuramente fallecido, se recordarán sus gatos, celebérrimos animales que le permitían soltar, en efecto, unas cuantas animaladas que por persona (o bicho) interpuesto lo parecían menos.

 

Foto de Aznar en Camarote Madrid

 

Bueno, fin de la digresión: el caso es que también Perich se sentó una vez en las mesas del Camarote Madrid y dejó como souvenir el chiste sobre Aznar que ilustra estas líneas. Una viñeta con cierta gracia… sobre todo teniendo en cuenta donde está colocado el cuadro que lo enmarca: justo al lado de otra foto del propio Aznar. Que también estuvo aquí.

Igual que Mario Conde.

Pero esa es otra historia.

P.D. La visita a León le reconcilia a uno con ese universo tan caro de los bares donde ofrecen de saque una tapa. Incluyendo el cafelito: con el cortado matutino, la camarera allegó nada menos que medio cruasan, obsequio muy agradecido. Tanto como la tapa que antaño ofrecían en el mentado Camarote Madrid, cuando caía la noche y arreciaba el frío leonés, según cuenta la leyenda: sopas de ajo. Nada más y nada menos. Y lo dicho: gratis.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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