>

Blogs

Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Los bares añorados

Dibujo de Néstor Santo Tomás

 

Hace un tiempo, un corresponsal de este blog me hizo llegar por correo el dibujo que decora estas líneas. Me enterneció: por ahí, por esa cuadrícula de bares logroñeses que festonean la calle Laurel y alrededores, debía andar yo en la lejana fecha en que el autor del croquis lo pintó, negro sobre blanco. Corría el año de 1984 y uno acababa de volver de la mili, con prisa por recuperar el tiempo perdido huérfano de sus barras predilectas. Como ahora compruebo, mientras tanto (en paralelo, sin yo saberlo), un paisano y compañero de quinta, Néstor Santo Tomás, se entretenía durante sus rondas por levantar este mapa que me sabe ahora a nostalgia, desde luego, pero también a vino negruzco servido en vasos, a los ajos del Florida y a la magia y la poesía depositadas en algunos locales que ya perecieron (ah, La Simpatía; ah, el Bambi) o en los que mudaron su piel. Y ya no: ya no son iguales.

Pero el dibujito también me despierta una emoción más profunda. Me desata el cariño. Hacia el Logroño que fue, hacia lo que nosotros fuimos. Así que mientras absuelvo a todos, a la ciudad y a las distintas generaciones que la han poblado, de nuestros innumerables pecados, pongo a funcionar la moviola e indago si el resto de improbables lectores de este blog comparten sentimientos semejantes. El primero que dispara es el propio Néstor, desde Zaragoza, adonde le llevó la vida. “Tenía más de veinte años y para entonces mi cuadrilla y yo conocíamos la mayoría de los establecimientos de primera mano”, recuerda. Y añade: “Y digo la mayoría dado que éramos parroquianos exigentes y vetábamos un bar a la primera ocasión que nos daban una mala contestación o habían subido el precio del vino. Éramos bastante gente y nos creíamos un lobby peligrosísimo teniendo en cuenta que salíamos todos los días, incluso en invierno”.

Néstor cree que el origen del dibujo “no era en principio otro que el de reproducir la ronda larga, la que hacíamos los fines de semana, comenzando en la actual arrocería que hay en San Agustín para enfilar luego la Mayor, la plaza de Martínez Zaporta donde el Moderno y  llegar a la Travesía del Laurel”. “Menudos ciegos”, confirma. “Está claro que en el dibujo no represento la gastronomía riojana, ni el gusto por el paseo y la conversación y el contraste de pareceres. No. Son tres personajes con un pedal nada agresivo, cierto, pero un pedal más que regular. Todo políticamente incorrecto. Aunque el estilo del dibujo recuerde a Max, el dibujante de El Víbora autor de Peter Punk, mi mayor inspiración era Azagra y sus personajes Pedro Piko y Piko Vena. Apología de fiesta sí y lucha también. Un skin y un punkarra aficionados a los tanques de cerveza”.

El amigo Néstor ha cogido carrerilla y sigue revisando su memoria logroñesa y noctívaga.  “Entonces la afición alcohólica la encauzábamos por el vino. El corto de cerveza era más caro y se ponía el doble de fondo si tenías idea de acabar con la tripa llena de gas sin apenas colocarte. Lo cierto, ahora que no nos oye nadie, es que en los años 80 no había turismo enológico ni nada que se le pareciese y la calidad del vino dejaba bastante que desear”. “Eso sí, era barato”, reconoce. Y entre trago y trago de melancolía, conclusión: Me sigue gustando nuestro Laurel a pesar de los turistas y solteros de despedida. Me encanta que el vino sea tan bueno a pesar de lo caro que se ha puesto  y también me alegra el auge de la calle San Agustín. En general me encanta el cambio que se ha operado en Logroño. Los que vivimos fuera lo apreciamos mejor, créeme. Tenéis, tenemos, una gran ciudad”.

Despedimos a Néstor con un agradecido saludo para afrontar la segunda oleada nostálgica. Desde Milán donde reside, Cristina Garay lanza sus dados: su trío de bares más añorados, los imprescindibles en cada visita a su casa logroñesa está formado por Picasso, Tívoli y Blanco y Negro. Un terceto perfumado por un baño de melancolía, porque para sus andanzas de bar en bar reclama un componente adicional: los aromas que llegan desde la cercana plaza de Abastos, el olor a pimentón y otras delicias logroñesas…

Oído, cocina. De dama en dama, nuestra improvisada encuesta recala en Madrid, donde mora la encantadora Clara Isabel Francia, princesa de la televisión y maestra de periodistas. Quien contesta lo que sigue:  “Conste que mi añoranza me lleva a la noche de los tiempos… Nunca olvidaré el Danubio ni el Pachuca. Y un tugurio estupendo del entorno de La Senda, especializado en anchoas preparadas de todas las maneras posibles. No sé si sigue existiendo. Tengo que buscarlo en mi próxima visita a Logroño”. A lo que servidor responde lo que cualquiera hubiera respondido: “Existe y se sigue llamando como siempre: Blanco y Negro”.

Vamos concluyendo. Desde Zaragoza, el conspicuo Jorge Gascón repasa mentalmente sus preferencias en esta materia, salivea fantaseando con su próxima visita para aprovisionarse de las queridas guindillas picantes y suelta sus tres favoritos: Sebas, El Soldado de Tudelilla y La Guarida. Y añade un icono menos conocido: la tortilla de patata del San Mateo en la avenida de la Paz.

De donde se deduce que en materia de bares y añoranzas, el lector improbable detectará que triunfa lo tradicional. Las barras de siempre, tan adictivas. Les ayuda su carácter longevo: han tenido más posibilidades de acoger entre sus muros a los encuestados y resto de la tropa logroñesa. Sobre todo, si la mentada tropa peina canas. Sobre todo, si alguna vez deambuló (hermoso verbo) por las venas y arterias que dibujó allá en el Pleistoceno Néstor Santo Tomás, desatando con el paso del tiempo una elevada dosis de añoranza por unos bares pasados que ya no volverán. Los bares más añorados.

P.D. Este punto melancólico que preside estas líneas viene contaminado de origen: porque echando la vista atrás he comprobado que el blog cumple cuatro años. Cuatro grandes años, desbordantes de sorpresas, pródigos en satisfacción y de extraordinario impacto personal y profesional para quien esto escribe. Cuatro años de agradecimientos por tantos buenos ratos compartidos que por lo tanto sólo pueden resumirse en esa palabra que uno no se cansa de pronunciar: gracias. Y que nos sigamos viendo en los bares.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


noviembre 2016
MTWTFSS
 123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930