Este artículo es una sucesión de agradecimientos. Gratitud profunda por la exagerada, inesperada y fenomenal acogida que tuvo la idea lanzada aquí hace cosa de un mes: plantear al improbable lector que se pronunciara sobre qué bar de Logroño sirve los mejores morros. Que resultó no recibir tan improbable respuesta: nada menos que 2.319 votos recogió aquella pregunta. Ojo, atención, aviso: como ya se anunciaba en aquel artículo, no abrigaba quien lo escribió ningún ánimo científico. Era algo más sencillo y divertido, una competición inocente, que sirviera para avivar el debate sobre la pertinencia de que semejante bocado figure todavía, en plena era vegana y políticamente correcta también en lo culinario, en las cartas de algunos locales castizos. Con éxito, por cierto, como atestigua no sólo esta encuesta tan informal que alojamos en este blog, sino la demanda que semejante golosina suscita entre la clientela.
En aquel artículo ofrecía mi particular triunvirato de bares con sus respectivos morros ofreciéndose (con perdón) a la parroquia, pero había muchos más, desde luego. A mis predilectos Claret, Alfonso y Monterrey animaba a quien se apuntara a este entretenimiento a sumar sus preferencias. Hubo apelaciones al Charli de la Laurel, el Vinuesa, Perejil, La Rueda… Un largo etcétera, puesto que a las propuestas que incorporaban los lectores del propio blog debe añadirse las alojadas en las redes sociales: allí florecieron los elogios a bares como Dame Caña, Jovari, Álvaro o El Resbalón. Se registraron incluso encendidas alabanzas hacia algunos ya difuntos, porque desaparecieron los locales que los despachaban: El Cazador, por ejemplo, o el Numanci. Y repasando el listado de respuestas observo algunas otras propuestas interesantes, cuyo relato completo se extiende hasta el infinito, así que citaré sólo algunas que se repiten más: 19 gansos, por ejemplo, o el bar de Prado Viejo. Figuran también Yeda, Las Huertas, Darwin, La Cortijana y un larguísimo etcétera. Quien esté interesado, aquí tiene el enlace donde se incluyen todas las contestaciones, que en algún caso se extiende hasta la periferia logroñesa.
En fin, que fueron pasando los días, el debate se encendió y también se apagó. Cosas del vértigo informativo. Llegó por lo tanto el momento de hacer balance, cuadrar resultados y otorgar este oficioso premio al ganador: que ha resultado ser el Monterrey, barra que defiende el amigo Ricardo con los suyos y donde el cliente puede solazarse con otras gollerías, como los torreznos sorianos o las deliciosas migas. En la foto que ilustra estas líneas le vemos con el ‘diploma’ que le entregué el pasado miércoles, luego de saborear sus (en efecto) exquisitos morros: me estoy refiriendo a los que llenaban el platillo donde nos los sirvió.
Ricardo agradeció el detalle y yo creo que alguna gracia le hizo eso de proclamarse campeón oficioso de este incruento torneo cuyo único objetivo era pasar el rato. A quien le gusten más otros morros (de nuevo, con perdón) pues que disfrute de ellos y persevere en su afición mientras el cardiólogo se lo permita. Quedó informado de que el título oficial todavía está pendiente de ser organizado por una hipotética Academia Riojana del Morro, que ya está tardando en constituirse: porque si de algo podemos presumir por esta tierra, desde luego, es de morro. Morro nunca falta. Y al creador de este pasatiempo (es decir, servidor de ustedes) también le hizo tilín eso de que el premio se quedara en casa, o más o menos. Para cualquier habitante de la redacción que con tanta paciencia nos aloja, el Monterrey fue durante largo tiempo una extensión del periódico. Y yo, que llevaba tiempo sin entrar luego de los contratiempos observados desde la marcha de la familia Zapata, he vuelto a acudir atraído por la excelente barra que ahora le caracteriza y me alegra que contribuya a dotar de atractivo a esa minironda de tres bares en la misma manzana. Y me congratula también saber gracias al propio Ricardo que estamos en buenas manos: sus morros proceden de cerdos riojanos. Son por lo tanto cerdos de confianza.
P.D. En el gráfico que adjunto se observa la evolución de las votaciones y el resultado final: el Monterrey acumuló 921 votos, el Alfonso se lleva la medalla de plata con 549 y tercero quedó el Claret, con 364 votos. Un elevado porcentaje se distribuyó en el capítulo de otros a los bares que mencionaba arriba. Así que este artículo acaba como empezó: dando las gracias a todos, clientes, encuestados y bares aludidos. Y anunciando para próximas entregas una votación semejante a propósito de un bocado menos castizo: la hamburguesa.