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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Bares y fútbol: la chistorra de Varea y otras historias

Un grupo de incondicionales, en el bar del Municipal de Varea

 

Uno se recuerda a sí mismo sin graves dificultades para refrescar la memoria haciendo fila en el bar del Mundial 82 para ver si combatía el frío matinal de cualquier domingo con un cafelito, el mismo que reclamaban otros estómagos vecinos, igualmente ahítos de confort en el intermedio de un Logroñés B-Artajonés, por ejemplo: el peor partido que he visto en mi vida (y eso es mucho decir en mi caso: incluye por ejemplo al Real Madrid de Mourinho). Tal vez lo que demandaba mi gélido espíritu era una cariñosa mano de caldo, que también lo procuraban en aquel ambigú, cuya plancha alcanzó por cierto elevada fama. Aunque me sigo viendo como digo en aquella breve barra, algún detalle se me pasa. Es lo que ocurre con las cosas sucedidas hace tantas glaciaciones: que lo superficial se diluye pero lo esencial sobrevive. De hecho, me veo incluso de alevín en alguno de los múltiples bares del viejo Las Gaunas pidiendo un vaso de kaskol, pócima que supongo desaparecida. Que refrescaba lo suyo y además garantizaba un inmediato movimiento de tripas.

Pero esa es otra historia.

Viene a cuento esta digresión a que hace unas mañanas se dejó caer junto a esta pantalla el infatigable compañero Iñaki García, de quien el improbable lector tal vez todo lo desconozca. Se lo presento: García, ejemplar reportero todoterreno, se ha especializado, dentro del área de deportes de esta casa que con tanta paciencia nos acoge a ambos, en la cobertura del fútbol menor. El que se desarrolla por los campos de Preferente o Tercera. El fútbol de siempre, donde me cuentan que aún huele a linimento reflex y donde nadie conoce a Guardiola. Del mentado Mundial 82 al Municipal de Varea, pasando por La Isla, el Marino Sáenz Andollo de Alberite o el San Roque de Agoncillo, García se ocupa en comandita con otro gran colega, Sergio Martínez, de contar a los lectores de Diario LA RIOJA qué se cuece por los dominios del fútbol castizo.

Lo cual incluye no sólo el relato del puntapié de turno, la zancadilla puntual y el gol al filo del reglamento. También incorpora la obligación de algún tentempié, por supuesto. El cafelito reparador, el reconfortante caldo de hueso de jamón (o avecrem), la merienda si procede, el inevitable almuerzo o el carajillo allí donde resista: un completo menú de bocados y tragos, que ayudan a sobrellevar espectáculos que, la verdad, quedan bastante lejos de los recitales de Messi y compañía. A falta de glamur futbolero, bocadillo de chistorra: ese manjar sirven en Varea y hacia allí peregrinan García o Martínez según el calendario que les programen sus adorados jefes cada fin de semana. Fútbol y bares: no se me ocurre una alianza mejor.

De modo que un buen día pedí al incombustible García que resumiera sus andanzas hosteleras por esos campos cañís y esto me cuenta. Atentos, que hay recuerdos comunes. “Uno de mis primeros recuerdos relacionados con el mundo del fútbol es el bocadillo de chistorra del Mundial’82”, explica. “Ese olor que llegaba a mis fosas nasales nada más entrar por la puerta no se me olvidará nunca y la imagen de las largas tiras de choricillo llenando una gran sartén con aceite, tampoco. Los ‘fabricantes’ de aquella ‘obra de arte’ para el gusto ya no llevan el bar de las esas instalaciones, pero allí, como en muchos otros campos de fútbol, se siguen elaborando bocadillos para que, sobre todo en invierno, el encuentro tenga un aliciente más”.

Segunda etapa. “La siguiente vez que la chistorra se cruzó en mi vida acompañada por el fútbol fue en Varea, donde la tradición no se ha perdido”, nos cuenta. “Ya sea con el primer equipo, con el juvenil o con cualquier otro conjunto, el bar del Municipal del barrio logroñés aparece siempre lleno tanto antes de empezar el partido como en el descanso. Además del suculento choricillo (me encanta, por si no se ha notado) el surtido de ‘bocatas’ incluye también otros sabores como tortilla, panceta o sardinilla”. “Y es que la comida y el fútbol siempre han ido de la mano. Aún recuerdo los bocadillos que me preparaba mi madre cuando iba a ver jugar al Logroñés a Las Gaunas (ahora cuando juega la Sociedad por la noche también se venden en el bar del campo) o, conforme iba cumpliendo años, las bolsas de pipas que me metía entre pecho de espalda (actualmente, en muchas gradas están prohibidas)”. Vamos concluyendo. “Afortunadamente”, se felicita nuestro hombre, “esa tradición, la del ‘bocata’, la puedo mantener ahora en la mayoría de los campos de La Rioja porque prácticamente en todos los bares venden bocadillos. En La Ribera, en El Salvador o en La Estrella. En todos tienen a disposición de sus clientes especialidades para comer, merendar o cenar (dependiendo de la hora a la que sea el partido). Incluso en la instalación deportiva situada junto al hospital San Pedro se puede degustar un ‘Cala’ de queso, huevo y bacon que hace más llevadera la tarde para los aficionados de los de Escolapios si su equipo no logra la victoria”.

Capítulo final, para chuparse los dedos. “Mención aparte merecen la plancha del Ángel de Vicente por la que pasan a lo largo del año cientos de tiras de panceta y trozos de choricillo o la parrilla que en San Roque ponen al fuego cuando el encuentro del Agoncillo se juega a una hora en la que el cuerpo pide bocadillos. La Isla o el Oion Arena también ofrecen suficientes opciones para calmar el hambre de los presentes”. Coda postrera. “Por último, es necesario hablar de Pradoviejo. Por allí pasan cada día una cantidad mayúscula de niños y adultos y, para satisfacer todos los paladares, la barra tiene que ser muy amplia, como así ocurre. Además de bocadillos, los que allí acuden pueden elegir entre muchísimos pinchos y especialidades, entre las que destacan, por lo menos para mi gusto, los morritos”.

¿Resumen, amigo García? “Así el fútbol se vive mejor”.

Tome usted nota, improbable lector. Y añada a continuación otras ocurrencias perpetradas por un caballero que alguna vez también deambuló por el fútbol de Tercera y hermanos menores pero que hoy se ocupa de la llamada división de bronce: Sergio Moreno, a quien apodan El Radionauta desde que narra por la radio futbolera de Diario LA RIOJA los avatares de la Unión Deportiva Logroñés, allega su propia ración de bares bizarros descubiertos por la geografía nacional. Un resumen suculento, fronterizo con la literatura surrealista:

Tafalla (estadio San Francisco). “Un bar extraordinario: para entrar al bar del estadio hay que salir del campo, mostrando tu entrada para volver a entrar. A nadie se le ha ocurrido abrir una puerta directa. Y pone tortillas y tal. Pero todos deseamos las meriendas de los socios veteranos que ocupan sus mesas, rumian sus meriendas preparadas en casa, juegan a las cartas y de vez en cuando miran al fútbol por la ventana”.

Somozas (estadio: Complejo Alcalde Manuel Candocia, que murió hace poco, le dio un infarto en el campo celebrando un gol del Somozas). “Donde no hay bar siendo unas instalaciones modestas, proporcionadas a esta aldea coruñesa y nuevas. Pero no hace falta bar: los señores te reciben con un café; y ellas interrumpen la narración para que mojes sus pastas caseras en el café de pota”.

Sevilla (Nervión, donde juega el filial). “Entre Dos Hermanas y la nada, en medio de una autovía, junio, 12.45 horas, y en el bar no tienen agua fría, tampoco del tiempo. No tenían agua en el junio sevillano”. Interesados, en este enlace.

Formentera (estadio San Francesc). “No sé si hay bar. Pero te recibe el olor a parrilla. Resulta que junto al palco de la directiva, un mendas se dedica a poner todo sobre la brasa. El campo es pequeño, se mueve poco el viento en esa isla (al menos ese día) y el olor a carne a la brasa lo llena todo. Se juega entre olores a rica carne a la brasa. Que no probé, porque me obligáis a hacer la radio y claro, con la boca llena no se puede hablar.

Gernika (Urbieta). “El puto paraíso”. (Nota: Moreno es así de directo, muy crudo). “Es una instalación muy chula, un camino en la margen de un río, con arbolitos a los lados, te conduce a estas instalaciones repletas de vida. Rugby y fútbol conviven en dos terrenos de juegos bien diferenciados. Y en medio, cómo no, un bar. Más que un bar, un asador de chuletones que alucinas. Se juega los sábados, y mientras estás narrando te llega el olor de la grasilla de las chuletas de vaca que comienzan a coger color para cuando acabe el asunto disfrutarlo la directiva, los jugadores… Menos yo”. (Ahora viene un dislate muy suyo). “Que como me hacéis escribir unas cuantas páginas pues tampoco puedo sacar partido de este maravilloso lugar en medio de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Suele haber niebla, lo que permite que el olor no suba y todos esos olores se concentren en la instalación para goce de todos, salvo de los jugadores, imagino”.

Gijón (Mareo). “Es de una genialidad absoluta. En Mareo, para ver el partido, tienes que pagar, lógicamente. Pero si no quieres, pues al menos puedes disfrutar del bar que antecede a la entrada al campo principal de los 8 que dispone esta mítica instalación. Un bar donde hay bocadillos de tortilla de chorizo que quitan el sentido, también el lomo rebozado que por Asturias gusta mucho (siempre rebozado, como el cachopo de ternera). Pero lo mejor es que en el bar suele estar (las tres veces que he ido así ha pasado) Quini, y puedes desayunar con una leyenda del fútbol nacional. Lo ves ahí sentado, o de pie, charlando con todo el mundo, siempre recibiendo a todas las personas con mucha amabilidad, que le piden fotos, y un café, y un bocadillo, claro”.

Guijuelo. “Es un caso curioso. En Guijuelo no se puede comer buen jamón. Lo he intentado varias veces. Una vez la loncha de jamón dentro del bocadillo era tan gorda que casi, pese a mi juventud, debo acudir a un dentista. La segunda vez, estaba tan salado que fue imposible acabar con el asunto, y la tercera vez… pedí lomo. En la plaza del pueblo, donde jamás hay vermús los domingos. Los bares cierran o están vacíos. Es un pueblo fantasma con mucho dinero y sin buen jamón que echarle a la boca. Será que lo venden todo”.

P.D. Ah, el Mundial 82 y su plancha, patrimonio de la humanidad logroñesa. Ah, La Isla, donde de vez en cuando algún socio del Berceo se apiadaba del plumilla de guardia y le invitaba a una consumición en su venerable barra, mientras Luisito manejaba el marcador manual a su leal conveniencia y buen criterio. Loor a tantos y tantos bares futboleros desparramados por la geografía de Logroño y sus confines, a quienes extiendo la invitación que me hace llegar el joven Iñaki García: quien quiera sumar sus propias aportaciones a este menú de barras, ya sabe que esta es su casa. Y que aproveche.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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