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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Lyon, cumpleaños feliz

Santi, al frente de su bar. Foto de Juan Marín

 

Como ha ocurrido en ocasiones precedentes, este blog se abre hoy a las aportaciones de una estrella invitada: el querido compañero Martín Schmitt, que comparte desvelos en esta casa que con tanta paciencia nos acoge. Dueño por cierto de su propio itinerario como cliente de tantos bares del barrio de Lobete que también compartidos. Y ahí ha puesto el ojo y afillado la pluma: para reseñar como merece el cumpleaños recién celebrado por una de las referencias de este rincón de Logroño, el Lyon. Así que allá va lo que nos cuenta.

El 9 de marzo de 1983 los hermanos Paulino y Santiago Robres abrían por primera vez la puerta del Lyon, un pub que se ha transformado en taberna con una coqueta decoración pero cuya alma continúa inalterable al paso del tiempo, siempre en el mismo sitio (Jorge Vigón, 55) y atendido desde hace más de dos décadas por el menor de los Robres, familia oriunda de Azofra. Nada menos que 35 años de historia, quizá el establecimiento más longevo de la ciudad que siempre ha estado bajo la misma tutela.

Con Joaquín Sabina, un clásico de la taberna de Lobete, sonando de fondo, el bar se montó en una lonja propiedad de su padre. Paulino, que por entonces tenía 22 años de edad, y Santi, de 19, siempre lo tuvieron claro: “Queríamos que fuese un pub, no un bar de barrio”. Por aquellos años, esta zona de Lobete “estaba muerta”. “Estaba el Pierrot y poco más”, rememora Santi. Con moqueta de la época, los vidrios tintados, elegantes sofás y una generosa barra bien surtida, el establecimiento arrancó con el horario de apertura de pub: a partir de las 15 horas.

Poco a poco, por el lugar empezaron a aflorar distintos establecimientos que hicieron de la zona una referencia en los años ochenta diferenciada de la zona de marcha. Con Manhattans, Brandy Alexander, licores y cócteles sobre la barra, el Lyon comenzó a reunir a una interesante clientela venida de distintas zonas de la ciudad, e incluso a celebrar cotillones de Nochevieja. “Bajaban unas cuadrillas muy majas”, afirma Santi y nombra a distintos empresarios, magistrados, deportistas (muchas plantillas del Logroñés, por ejemplo) y políticos de distintas épocas.

El Isopo, el Cristal, el Montevideo, el Bianco, los Delfines, el Jaque, el Piano… La zona se fue convirtiendo en un barrio de copas que atraía a muchos logroñeses. Fueron los años dorados de esta esquina del este de la capital hasta que se puso de moda la plaza del Mercado y el esplendor dejó paso al declive del barrio, a vivir su peor época. Pero el Lyon tuvo la capacidad y la clientela suficiente para no caer en ese ocaso que no solo destruyó pubs; también se llevó por delante alguna vida.

Paulino, ya por los años noventa, dejó el bar para centrarse en el negocio de los seguros y Santi continuó simultaneando su trabajo en un local de suministros industriales con el pub hasta hace tres años y medio, cuando cumplió medio siglo de vida. El negocio siempre fue una cuestión de familia. Su padre, también llamado Paulino, acudía cada mañana a limpiar. Al fallecer, hace diez años, el relevo lo tomó su madre, Beatriz, que hasta el día de hoy se encarga de dejar impoluto un local que con el paso del tiempo ha sufrido una metamorfosis. De hecho, en el 2011 cambió drásticamente de ‘look’ para transformarse en una coqueta taberna irlandesa.

Pero antes, con la construcción del aparcamiento subterráneo de Jorge Vigón, el barrio se revitalizó. Mucho tuvo que ver la apertura del Drunken Duck en la esquina de Jorge Vigón y Eliseo Pinedo, que empezó a atraer nuevamente a gente de fuera de Lobete. Los ‘camellos’ fueron desapareciendo, las redadas policiales en la zona fueron disminuyendo y aquellos antiguos pubs se transformaron en bares de barrio, como el Rincón de las Tapas, el Vigón, el Sol Nórdico o el Dos Torres. Y la taberna del Lyon como testigo de los continuos vaivenes de Lobete, siempre fiel a su estilo.

 

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El nombre del establecimiento fue una casualidad. Querían los Robres un nombre corto para un pub. Y el escogido fue Lyon. Buscaron entonces el escudo de la ciudad gala y le sumaron unas uvas para riojanizar la imagen del pub. Una taberna que en sus inicios proyectaba películas, incluso antes que en los cines, aunque con el paso del tiempo (y con la marcha del negocio de Paulino) el fútbol fue ganando protagonismo. Las moquetas, los sofás de los ochenta y los cócteles dejaron paso a la madera, a las publicidades de taberna, a los adornos de un club de golf inglés, a las copas y la cerveza. Mucha cerveza.

Son muy pocos días los que en estos 35 años de vida ha cerrado sus puertas el Lyon Tavern. Quizá algún partido de su querido Barça al que acudía Santi con amigos o una época en la que estuvo saliendo con una joven dama del barrio, que le reclamaba más allá de las puertas de su local. Pero nunca hubo boda. “Me casé con mi bar, del que me fiaba más”, afirma con una sorna inocente el propietario. Gracia y orgullo, el mismo con el que puede llegar a hablar (no a mostrar) de su camiseta firmada del mismísimo Leo Messi. Un regalo que le dio el jugador del Athletic de Bilbao Óscar de Marcos, que también tiene un ronconcito en donde se le recuerda.

Luego de estos 35 años de vida, Santi tiene innumerables historias, algunas que no puede revelar por “secreto profesional” y otras que ya forman parte del decorado del Lyon, como las visitas casi diarias del extinto Taburete. Sobre su barra se han materializado fichajes del Logroñés, se han creado partidos políticos, se han escrito libros y creado canciones, entre otras mil anécdotas. Después de estas tres décadas y media, su propietario se confiesa “inmensamente feliz”. Santi tiene la clientela que quiere y disfruta de su trabajo como pocos. Seguirán pasando los años y seguramente allí estará el Lyon Tavern, “since 1983”, como reza el rótulo de la entrada, como testigo discreto de la hostelería logroñesa.

P. D. Como bien anota el compañero Martín Schmitt, el Lyon contribuye a forjar una dinámica zona de bares allá al fondo de Jorge Vigón, donde tiene su domicilio quien esto firma. Quien por otro lado reconoce que eso de acudir a los bares que le caen demasiado cerca de casa no goza de su predilección, de modo tiende a desertar tanto del vecino Lyon como de la mayoría de bares arriba incluidos. Porque nos gusta estar en los bares mejor que en casa: y si la casa pilla demasiado cerca, el bar de abajo parece más la prolongación del sofá familiar que una alternativa para nuestro pasatiempo favorito.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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