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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Más vale tardeo

Clientes en el Wine Fandango a la hora del aperitivo. Foto de Justo Rodríguez

 

Hace unos años, me sorprendió que se despidiera de mí en estos términos una joven ejecutiva: “Que pases feliz finde”. No comentaré nada respecto a esta manía de llamar finde al fin de semana de toda la vida. Prefiero centrarme en un dato que me dejó turulato: que semejante deseo me lo trasladó un jueves. A media tarde. Quedé tan noqueado que sigo sin olvidar aquel comentario. Porque me llevó a preguntarme qué se había hecho del querido viernes, quinto día de la semana y por lo tanto laborable. Como el sábado en algunas profesiones (o religiones: el periodismo, por ejemplo, ese sacerdocio). Caí entonces en la cuenta de la existencia entre nosotros de especímenes para quienes el viernes ya no figura entre sus obligaciones profesionales: sólo es el primer día del fin de semana. Perdón: del finde.

Desde entonces, y ya ha llovido, vengo observando lo que seguro que el improbable lector habrá detectado: que los viernes, cuando se cierran los despachos, bufetes y consultas, bajan la persiana en el sector bancario y se marchan para sus casas los funcionarios de (casi) toda índole, una marea humana toma al asalto los bares de confianza y se entregan con entusiasmo superior al de otros días, como si el sábado llegara el fin del mundo, a la ingesta de tragos y bocados. Que suele prolongarse hasta bien entrada la tarde, ingresando entonces quienes profesan esta benemérita ocupación en una especie de bucle: avanzan hacia la hora en que otros trabajadores (los del comercio, por ejemplo, y sí: también algún periodista) salen de sus respectivas ocupaciones y se lanzan a lo antedicho. A colonizar los bares de Logroño. Los cursis le llaman a esta costumbre, que va ganando militantes, tardeo. Una ordinariez, por supuesto. Porque en realidad tiene bastante de petardeo.

Y a esa manía, la del tardeo y la del petardeo, yo confieso: también acaba uno sucumbiendo. Algunos sábados, porque soy un clásico: el fin de semana sigue empezando para mí ese día. Porque el sábado es desde luego un gran invento. Si te gusta ir de bares, un invento superior, porque quien lo ideó colocó a continuación el domingo, festivo o casi (no para muchos periodistas, por seguir con el mismo ejemplo) y el descubridor del ibuprofeno hizo el resto: ese sexto día de la semana parece tener más de 24 horas. O tal vez sea que las aprovechamos mejor. Sobre todo, los adictos al tardeo. O al petardeo.

En este espacio alguna vez se mencionó años atrás, y perdón por la autocita, ese hallazgo madrileño del afterworking, que como palabra esa una horterada innecesaria: viene a denominar el hábito tan español, de toda la vida según recuerdo, de entregarse a la camaradería con conocidos y desconocidos en los bares más cercanos al puesto de trabajo nada más fichar la tarjeta de salida. Resulta que esa tendencia (entonces, cuando me referí a ella, más o menos neonata) no ha dejado de crecer: hay bares de Logroño, y no daré nombres, que han tocado la tecla del éxito sabiendo transformarse para acoger a esas multitudes que se arraciman a la hora del aperitivo de un viernes o un sábado (pronto será los jueves, como me advirtió mi corresponsal arriba citada), prolongan la estadía con un picoteo que les permita resistir la ingesta de alcoholes, se decantan por la terraza (invierno incluido) para tomarse un respiro a media tarde y vuelven a atacar luego, cuando cae la noche, con un nuevo carrusel, siguiendo la misma lógica y análoga secuencia. De bar en bar. Hasta muy tarde.

Pero no cualquier bar. Los habituales del tardeo reclaman ese tipo de local en que tú, improbable lector, estás pensando. Y sí: con música. A elevado volumen, como es norma por Logroño: como estamos acostumbrados a hablar a gritos entre nosotros, los bafles se gradúan según esa lógica. Es entonces cuando el bendito tardeo coquetea con el maldito petardeo, una especie de revisión modernizada de las célebres 24 horas de chiquiteo que se inventaron por San Mateo unos jovencitos que hoy ya son abuelos. Un par de días de ocio y desparrame contra los que nada tengo: al contrario, como partidario incondicional de la felicidad, me parece fetén que mis contemporáneos se entreguen a semejante práctica. Lo que siento, ay, es que no alcance a los domingos: tal vez aquellas muchedumbres arracimadas por Jorge Vigón y alrededores a la hora del vermú de nuestra adolescencia descubrieron sin saberlo el tardeo. O tal vez fuimos pioneros del petardeo y deberíamos reclamar los derechos de autor. O pensar que todavía puede ponerse mejor la cosa: cuando el tardeo comience de verdad el jueves.

P.D. Qué es un fin de semana. Esta sorprendente pregunta se hacía la impagable Maggie Smith en la primera temporada de Downtown Abbey, la serie televisiva que describe la vida campestre de una familia cuyos miembros pertenecen al Gotha británico. Smith interpreta a una dama de esas que nacieron con cuchara de plata en la boca: para ella, todos los días son fines de semana. Entre los bares de Logroño, sin embargo, no se ha popularizado esa mentalidad: los mismos locales desbordantes de público un viernes o un sábado se adocenan un domingo. Algunos, incluso cierran. Fruto de esos extraños cambios en los hábitos de la clientela que aquí alguna vez hemos comentado y que siguen despertando en mí una cierta melancolía: ah, aquellos aperitivos dominicales de Jorge Vigón y alrededores. Que alguna vez se prolongaban hasta empalmar con la hora de ir a Las Gaunas, costumbre que me solía sorprender en el Wellington ya desaparecido, tan añorado. Aquella generación inventó el tardeo y no ha cobrado ni un euro por los derechos de autor.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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