Cumpleaños feliz. Porque en noviembre de hace seis años nació esta andadura a través del itinerario sentimental forjado por Logroño en sus bares. Una experiencia compartida, a la vista de sus resultados: así como el detonante inicial tenía que ver con unas cavilaciones muy personales (resumiendo mucho: que uno se ha pasado media vida en los bares de su ciudad y por lo tanto alguna enseñanza habrá extraído de este jugoso trozo de su biografía), pronto fui observando que esas reflexiones tan íntimas formaban parte sin embargo del imaginario colectivo de la propia generación. Y no sólo de los compañeros de quinta: también de quienes nos precedieron en nuestro entretenimiento favorito y de quienes después tomaron el testigo. Bares y Logroño: un matrimonio que goza de buena salud, a pesar de sus conocidos achaques.
Con el paso del tiempo, en este espacio que vaga por el éter se fue creando (y no me quiero poner muy pretencioso) algo así como una comunidad de intereses comunes a ambos lados de la pantalla. Comprobé el éxito de las distintas entradas en función de la alta audiencia registrada y también porque cuando paseaba por (en efecto) las barras de confianza, tanto la clientela de turno como el camarero de guardia me hacían llegar sus aplausos (mayoría: muchas gracias), reproches (pocos pero atinados: mis disculpas) y, sobre todo, sugerencias, recomendaciones, orientaciones… Pistas, pesquisas, indicios… Gracias a esta red de improvisados corresponsales, aproveché incluso para dar alguna primicia y seguí luego la trayectoria de eso que en principio no es ni noticia (un puro rumor, una especulación: leyendas urbanas a la logroñesa) convertido en suculenta realidad. Estoy pensando por ejemplo en el Ibiza, que luce tan buen aspecto convertido de nuevo en faro y guía de la ciudad allá en el Espolón.
En el capítulo más sombrío, deberé anotar que hubo que lamentar alguna desaparición. Tanto de bares, las más cruentas aunque siempre dolorosas, como de quienes fueron sus tripulantes, icónicos miembros de la inolvidable estirpe de camareros logroñeses. Y en el apartado más luminoso, tengo que recapitular mis andanzas extralogroñesas. Los gozosos misterios que envolvían los bares de ciudades muy queridas (Madrid, León, Soria, Bilbao o Cenicero, que también es ciudad) y los que se asomaron por sorpresa, como el caso reciente de Casalarreina. Glosé en la medida de mis posibilidades las figuras míticas de camareros para la historia o de garitos que sólo habitan en nuestra memoria, de donde recuperé también la herencia de bocados y tragos que pertenecen ya a la historia. La pequeña pero sabrosa historia local.
En fin, que me pongo melancólico y me olvido de lo esencial. Ahí va la noticia principal: en un ataque de la conocida generosidad que me distingue, me he puesto más rumboso de lo habitual y pongo a disposición de quienes se animen tres camisetas (tres) que sortearé a través de facebook con la leyenda que da título a este blog. Entre quienes se animen, a quienes sólo les pediré que den al clic del perfil de Diario LA RIOJA (si no figuraban los potenciales interesados entre sus seguidores, ya están tardando) y se sometan a los caprichos de la diosa fortuna. El regalo es esa preciosidad que ilustra estas líneas, ingenioso diseño del talentoso Diego Ortega (que se llevó su propio obsequio). Sólo hay tres. De modo que, como miembros de una secta secreta (o casi), feligreses de esa religión laica y pacífica cuyo trono está vacante desde que el Papa Manolo desertó de la barra de El Soldado, quienes luzcamos tan elegante indumentaria nos podamos reconocer cuando nos veamos por Logroño y por sus bares. Yo ya tengo la mía. Dime tú, oh improbable lector: a qué estás esperando.
P. D. Aprovecho cada aniversario para abusar de mi palabra favorita. Gracias. Gracias a todos los seguidores, tanto del blog como de su perfil en redes sociales, que lo retroalimentan con elevada generosidad. Y gracias a quienes me paran por la calle como si fuera el quinto Beatle y me animan a proseguir en el empeño. De momento, hay entradas para rato. Gracias por último a toda esa audiencia parapetada tras las cifras con que hago balance del año: encabezando la clasificación de las más leídas, la dedicada a compartir experiencia con un amigo de Granada por los bares suyos y nuestros. Medalla de plata, para la amiga Nuria (‘Una lágrima por el Maltés’) y su extinta barra, en trance ahora de resucitar; y la de bronce, para el capítulo de novedades mateas. En total, cerca de 60.000 visitas durante el último año. Que equivalen a 60.000 agradecimientos.