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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

La cita anual con los mejores pinchos

Portada de Diario LA RIOJA con la noticia del premio concedido el año pasado al Sopitas con su pincho Delicia de Arnedo.

 

El nuevo año arranca con los ritmos propios de cada 1 de enero… que no son tan nuevos. Incluso en materia de bares se repiten las rutinas que marca la dictadura del calendario. Unos reabren sus puertas, otros las cierras, hay quien se piensa clausurar su larga actividad… Se renuevan las cartas de tragos y bocados o se apuesta por la misma estrategia, sobre todo si es una estrategia ganadora. Son los trabajos propios de cada actividad que al menos en el sector hostelero y al menos en enero dispone de cierta pista de aterrizaje: es un mes propicio para replantearse según qué cosas y además decrece la actividad, de modo que mientras mengua la llegada de clientes (porque les ha menguado también su propia billetera con los excesos navideños) queda algún tiempo mayor de lo habitual para que cada cual decida qué quiere hacer delante y detrás de su barra.

Un ejemplo. Hasta el lunes tienen tiempo los bares patrios para animarse a la cita anual con los mejores pinchos de la región. La Rioja Capital mantiene abierto hasta el día 14 el plazo para todos aquellos establecimientos que quieran participar en el XVIII Concurso de Pinchos de La Rioja. Dieciocho ediciones, una barbaridad. El concurso cumple su mayoría de edad en perfecto estado de revista, al menos según la experiencia propia: he tenido el privilegio de participar los dos últimos años en su organización, como miembro del jurado ambulante que se reparte por toda La Rioja para una primera criba (esto es, seleccionar a los bares que pasan hasta la final, donde un jurado de profesionales decide quién gana) y sólo tengo palabras de agradecimiento y de reconocimiento. Para los organizadores y para los participantes.

Los primeros, porque atan cada cabo y cada detalle con mimo y profesionalidad. Luego puede surgir lo inesperado, pero a veces siento que incluso eso, la sorpresa, está prevista. Porque como se trata de un universo tan difícil de medir, porque entra en juego el gusto particular, dejar un excesivo margen a la subjetividad de cada cual parece contraproducente. Así que el mago Mikel Zeberio nos proporciona una cartilla de navegación que se agradece y luego la suma de aportaciones de cada cual termina de radiografiar el territorio que nos disponemos a explorar. Queda opción a la magia, claro: a que alguien, en alguna barra, nos asombre con algún pincho que no estaba dentro de nuestros planes. Pero incluso para esa posibilidad hay una respuesta: la que dicte el sentido común.

Y los segundos, los participantes, merecen también todos los honores porque resultan imprescindibles. Es una obviedad, pero debe recalcarse. Sin su generosa predisposición, el concurso no hubiera cumplido 18 añitos. Lo hacen a cambio de poco, aunque es un poco muy valioso: para empezar, la visita de los jurados les permite calibrar lo atinado (o no) de sus propuestas. Elaborar el pincho, además, les obliga a un ejercicio de imaginación, de adecuación a las nuevas exigencias de la clientela, decisivo para un negocio de este tipo: tal vez, de no presentarse al concurso, algunos bares no se someterían a esa bendita terapia. Y luego les anima la publicidad y propaganda que se genera alrededor de ellos y verse distinguidos con el rótulo que informa a su parroquia de que esa barra, esa barra y no la de al lado, participa en el concurso puesto que tiene un depósito de fe adicional en sus posibilidades. Hay más recompensas: resulta emocionante ver la estupenda acogida que por supuesto tiene entre los elegidos verse en la ronda final de Riojafórum. Y cabe colegir que el entusiasmo se dispara y multiplica en el caso de aquellos bendecidos por el jurado con alguno de los primeros premios. Todos son ventajas. ¿Inconvenientes? Estrujarse el magín, quitarse la pereza, animarse a renovar la oferta… Estas cosas propias de enero. Qué me va usted a contar que yo no sepa.

Pero son más, muchas más, las ventajas. Las antedichas y alguna intangible. Por ejemplo, el sentido de pertenencia. De alguna manera, los bares inscritos pasan a formar parte de la élite de la hostelería local. Representan a su pueblo y es posible que, con suerte, también lleven fuera de La Rioja la bandera de los mejores pinchos de esta tierra. Es un intangible de creciente valor. Tengo observado que quienes triunfan reciben luego un espaldarazo en forma de mayor movimiento de la máquina registradora, que supongo que será de agradecer. Y a los miembros del jurado, la simpatía con que nos reciben y atienden aseguro que nos permite superar el duro trance del invierno más reconfortados. Sabiendo que participamos de un memorable movimiento en favor de una región más jugosa. Más atractiva para el indígena y el forastero. La que puede presumir de disponer de pinchos ricos, riquísimos. Los que se ocultan en la nómina de bares inscritos que se hará pública la semana que viene. Hasta el lunes, lo dicho: todavía hay tiempo. Mientras tanto, ya se nos va haciendo la boca agua.

P. D. El año pasado, el ganador del concurso fue el Sopitas de Arnedo, con un pincho que homenajeaba el recetario de la localidad. Como no estaba esa parada dentro del itinerario que me correspondió protagonizar, no tengo el gusto así que apenas puedo explayarme al respecto. Sí que puedo corroborar que todos aquellos bares que estaban en mi ruta alcanzaban una media de calidad más que elogiable. Y que en algún caso, hicieron cumbre, al menos según la opinión de mi paladar: fue el caso del exquisito bocado preparado por Miguel Espinosa en su Albergue de Calahorra. A quien quiero honrar como me parece que merece: ha pasado un año y sigo sin olvidarlo. A ver si cuantos se apuntan este año tienen la misma suerte.

 

 

 

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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