Luego de una larga temporada pasando más o menos de largo, sin apenas detenerme, me ocurrió hace nada con Arnedo justo lo contrario. Que por diversas contingencias caí por allí unas cuantas veces consecutivas, todas por cierto a la hora del aperitivo. Lo que entonces vi me entusiasmó y me invita a compartirlo. Será que se me sigue desatando fácil la ilusión cuando contemplo ese paisaje tan grato y adictivo. Los feligreses recorriendo animados sus bares de confianza, entregados a esa cháchara feliz que surge cuando todavía a esa hora el fin de semana parece infinito (pronóstico que se desmiente cada domingo por la tarde) y apetece trasegarse un vermú acompañado del bocado predilecto, dichosas cuentas de un gozoso rosario que se puede alargar hasta tarde. Muy tarde: hasta la hora de cenar. Tradición que observé que en Arnedo se cumple con esmerado rigor: los indígenas y los forasteros que deambulábamos por la ciudad nos las ingeniamos en comandita para protagonizar en esas ocasiones mencionadas un aperitivo de bandera. Donde comprobé por cierto que sus muy dinámicas calles confirman lo vigoroso del ecosistema local, una especie de oasis en comparación con otros mortecinos rincones de La Rioja. En Arnedo se nota que hay dinero. Y que además se gasta.
Lo podrá corroborar quien se anime este sábado y acuda al encuentro de una recomendación que me sugiere un querido corresponsal y que me apresuró a hacer mía: la presentación del libro que el gran Víctor Coyote ha dedicado a este querido universo que nos hermana con el improbable lector. La obra se titula ‘Bares y familiares’ y es una preciosidad que su autor ya trajo por Logroño. Lo llevó hasta el Barrio Bar y por aquí conté en qué consistía hace algún tiempo pero esta gira no para y sigue rodando, añadiendo en el caso de Arnedo un elemento igual de valioso: con el libro Coyote se trae los sones de su último trabajo, ‘Cumbia de milagro’, que le acompañarán a partir de las 19.30 horas en un espacio mítico. La discoteca Sendero, tótem riojabajeño.
Como ya digo que del libro me ocupé en su momento (y lo sigo recomendando), me parecía que siguiendo el consejo arriba mencionado su presentación era una oportunidad inmejorable para quienes antes de acudir al encuentro con el amigo Coyote quieran desparramarse un poco por las barras conspicuas. En mi auxilio acudió una mano anónima que lo sabe todo sobre los bares de su localidad natal (o eso dice) y que además se confiesa perito en este entretenimiento compartido. Y que me allega las siguientes sugerencias. A saber.
Primera parada, el Niza. Alojado en la calle de la Libertad (también llamada calle de los bares), donde el interesado debe pedir sin dudarlo su célebre pincho de gordilla. Muy cerquita, sin salir de esa misma calle, se encuentra otra referencia indiscutible. El Hugo. Y no lejos, la célebre tasca Murillo, famosa por su esmerada barra desbordante de ricas golosinas, que mantiene además la fisonomía propia de los locales con esa tipología tan querida, ya declinante. Una recomendación que hace suya por cierto otro paisano, quien agrega de su particular cosecha una pareja adicional de consejos: el Bocados y ese otro local de extraña denominación, Iztru con Ñ.
De donde el potencial curioso en las andanzas de Víctor Coyote debería salir reconfortado en dirección hacia ese otro territorio tan amable: las copas de media tarde. Que en Arnedo se tienden a saborear en el Urban, estupenda parada para acercarse luego hasta Sendero, escuchar los sones del señor Coyote y hacerse con ese libro donde comparte su visión de ese país tan particular, el que forman la fusión de dos universos tan caros como raros. Los bares y la familia. De paso, uno se puede llevar a casa esas joyas llamadas fardelejos y comprarse un par de zapatos a buen precio. De regalo, otro consejo. Que disfrute de la alegría natural de los naturales del lugar. Las de Arnedo, según vengo observando, son gentes muy saladas. Con esa gracia espontánea que no hace tanto encontraba uno por toda La Rioja y que yo atribuyo a lo antedicho: al respeto sacrosanto con que practican el rito del aperitivo, a la gloriosa oferta de sus barras y al ejemplar carácter desenfado que distingue a sus vecinos. Los arnedanos tienen merecida fama de pueblo trabajador y hospitalario. En materia de bares, se confirma la noticia: también alcanzan la excelencia.
P. D. A esta interesante panoplia de recomendaciones merece añado las que firma el querido compañero Ernesto Pascual, corresponsal de esta casa en esos pagos. Que nos cuentan lo siguiente. Copio y pego: “La mayoría de los bares de Arnedo tiene una surtida barra de pinchos. El Niza es el más atractivo, pero también me gustan mucho el Iris, La Cepa y el Hugo por el ambiente familiar que tienen. Luego, La Taberna de Lucas es una gozada en la Puerta Munillo; el que lleva su nombre, Puerta Munillo, es muy coqueto y recuerda a décadas pasadas. Y el Latinos en la plaza de Vico mola por sus distintos ambientes. Después, mis favoritos, porque conjugan pinchos, ambiente y rock son El Paso y La Ronda, en el pasaje Celso Díaz, con las mejores croquetas”.