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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Navidad en Logroño: el bar favorito de quienes viven fuera

Interior de la Chocolatería Moreno, cerrada en Logroño desde hace años. Foto de Juan Marín
Llega la Navidad, los buenos deseos se apoderan de nosotros (o hacemos como que se apoderan) y los bares se preparan para esos momentos en que la máquina registradora hace tilín. Días propicios para pensar en quienes están lejos de nosotros, días propicios por lo tanto para que unos cuantos de ellos se asomen a este blog y escriban desde la distancia un nuevo capítulo en nuestra búsqueda del bar favorito de los logroñeses. Habrá que recordar lo de siempre: que esta encuesta no tiene validez científica alguna. Que está construida a partir de las sensaciones, de los recuerdos y añoranzas. Y que por lo tanto es más bien un mapa sentimental de las emociones que se nos disparan cuando alguien nos pregunta por nuestro bar favorito. Dicho lo cual, allá van las ocho respuestas de otros tantos paisanos a quienes invitamos a contestar a tal pregunta a través de las redes sociales.

Ramón Gil nos manda un abrazo desde el envidiable paraje de St. Thomas (US Virgin Islands) y nos cuenta lo que sigue: “Cuando el amigo Jorge Alacid me pide que le cite tres bares de Logroño, asumo que es tarea imposible. Cómo puedo citar sólo tres, si había y hay  tantos y tan buenos. Pero sólo había que pensar un poco y era fácil. Todo logroñés somos de hacer los bares en ruta y en compañía. Por tanto como todo tiene un comienzo, un entretiempo y un final, y en mi caso eran siempre los mismos, problema solucionado. Empezábamos en el Tívoli a las 8. Mientras íbamos a la zona,  Mesón del Rey, y el remate siempre en La Taberna del Irlandés”.

Desde el foro capitalino, el amigo José Luis García Íñiguez se confiesa: “Mis bares favoritos son el Soriano, el (antiguo) Casablanca y el Café Bretón. Al Soriano porque su actitud ante la vida es envidiable: abre cuando le da la gana. A mí me gustaría alguna vez dedicarme a eso, a trabajar cuando me salga de las narices. Luego ya podemos hablar de su sencillez y de que siempre lo recomiendo a los forasteros que me piden consejo. Al Casablanca, antes de su última reforma (le pusieron esos sofás que parecen tronos, cuando allí ya nos trataban como reyes sin tanto boato), pertenecen algunas de mis noches más espirituosas. Incluidos cánticos desgarrados al borde del cierre. También allí coincidí una noche con la que hoy es mi mujer, aunque entonces ninguno nos percatamos. No era el momento. A mí entonces me tocaba cerrar bares y luego discotecas y luego algún kebab. En el Café Bretón quise ser escritor y terminé haciendo guardias frente al juzgado por el Logroñés. Las cosas no siempre salen como uno desea. Siempre me siento bien allí, como uno de los rincones reconocibles de mi Logroño. Bien sea en la terraza con un gintonic o en la sala con un café con leche o un batido. Por no hablar de sus premios de literatura. En los últimos años, dos joyas: el Manu de Jabois y el Escrito en negro de Martín Olmos”.

Y de Madrid, al Golfo Pérsico: allí reside la risueña Gloria Martín, quien deja el siguiente mensaje: “Después de vivir cuatro años en Dubai, donde todo es de diseño y un tanto superficial, aprecio más que nunca lo auténtico. Así que elegiría el Soriano en la Laurel, porque nunca quemarte la boca con el aceitillo recién salido de la plancha fue tan gustoso. También el Bretón, porque es el primer bar que me viene a la cabeza cuando hay que quedar a tomar un café con las amigas después de meses sin vernos. Y por último el Moderno, porque tiene solera y porque no he sido capaz de explicar fuera de nuestras fronteras lo que significa el momentazo ‘Fibra de pájaro’: es de esas cosas que hay que vivir”.

Próxima parada, Londres, desde donde Mikel Lotina responde lo que sigue: “ Mis favoritos son el Soriano, en el que tengo recuerdos desde muy niño. Iba los domingos a comerme el pan con la salsa solo y ver con mis padres la hoja con todos los resultados de fútbol. Segundo, el Edén, donde he pasado media infancia, y el tercero el café bar Parlamento, que me encanta: nos tratan como en casa y voy cada vez que estoy en Logrono”.

Saltamos el charco. Por el Cono Sur anda la colega Inés Royo, sabia parroquiana logroñesa como se aprecia en su contestación: “El Dominó: por la atención de Dori, por la rapidez de dicha atención, por la terraza en plena avenida de Portugal en la que saludas a 100 personas por hora, por sus copas con mucho hielo y puestas como dios manda, por su cercanía a la Laurel (para la cañita de antes) y a los bares de la Mayor o la Plaza del Mercado (para la copa de después). El Pata Negra: el producto que más echo de menos fuera de España es el jamón. Hay sitios en los que venden algún sucedáneo, pero no es lo mismo, algunos me dan jamón ‘proscuitto’ como si fueran a darme jamón-jamón, otros me cobran un jamón de hembra como si fuera de Salamanca y en otros sitios directamente no saben lo que es un jamón “crudo”, como se llama aquí, en condiciones. Así que el jamón es una de mis obsesiones y guardo los paquetes de jamón envasados al vacío que me traigo de España “para ocasiones especiales” como si fuera oro en paño. Me gusta el Pata Negra por el jamón, porque siempre hay gente, porque amo la Laurel y porque esa esquina es estratégica, aunque desde que abrieron el otro y han juntado con mi producto estrella el segundo producto estrella de la lista (el huevo frito) la elección es cada vez más difícil. Y pondría también el Café Madrid porque fue “mi primer bar” donde siempre, tronara o nevara, nos juntábamos con mis amigas, el primer lugar donde nos tomábamos unos cafés que tenía más leche condensada que café, donde engordábamos cada fin de semana dos kilos y medio de tanto “viaje” a la máquina de chucherías del fondo y donde llegó un día en el que pedí mi primer gin-kas, pagué 3,60 euros, y fue un punto de no retorno. Pero es más melancolía que preferido. De hecho ahora cuando pasamos todas por ahí miramos de reojo “el Madrid” pero no nos atrevemos entrar de nuevo: “Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”, que decía Sabina. Y no volvemos. Entre otras cosas, porque nos da miedo darnos cuenta de que estamos cerca de los 30”.

También por América, pero más al norte, anda dando raquetazos Nico Jubera, cuya respuesta es así de sintética: “Sin duda el Tío Agus. Los pinchos son exquisitos. Y las patatas bravas del Jubera”.

Vamos concluyendo. Desde el continente hermano, estacionado en Chile, Luis Calvo también exhibe su añoranza de un clásico, El Perchas. Cuando contestó a la encuesta, desconocíamos ambos que el bar se disponía a cerrar, pero su respuesta sigue teniendo sentido: “Cuando tengo la gran suerte de ir a La Rioja a reunirme con los míos, siento una necesidad imperiosa de ir a la calle Laurel. Consciente de que puede parecer poco innovador, para mí lo de toda la vida no defrauda. Si me preguntas por un bar en especial, lo tengo claro, y es que no hay nada como El Perchas, pues desde que tengo uso de razón, ha sido mi bar favorito. Es difícil que incite a los paseantes a entrar; sin embargo, los que somos de Logroño sabemos que dentro encontrarás la mejor oreja de cerdo que hayas probado. El Perchas sabe encandilarnos, pues a todos los visitantes que he llevado han acabado repitiendo tajada. Y es que, como les digo yo, lo clásico en Logroño no falla”.

Cerramos con María Malo, que envía desde Alemania este singular recordatorio. “No soy de Logroño y además vivo fuera de La Rioja desde hace unos cuantos años, así que no estoy muy al día de las tendencias y pinchos de los que disfrutan los logroñeses. Por eso me decanto más por la tradición y el recuerdo de etapas pasadas. El lugar al que más cariño le tengo, por desgracia, cerró hace unos años. No hay riojano que no haya pasado una tarde (o una mañana) disfrutando de una buena taza de chocolate con churros en la Chocolatería Moreno. Estaba situada en la calle El Peso, junto a la Plaza de Abastos, lugar tradicional de compra de alimentos por antonomasia para cualquier logroñés. En Moreno siempre nos trataron con mucho cariño. Mi padre nos llevaba (a mi hermano y a mí) a desayunar cada vez que visitábamos la capital riojana. No recuerdo en qué momento decidimos que la mezcla de un vaso de leche con churros era el desayuno perfecto. Lo normal hubiera sido cambiar aquel color blanquecino con un sobre de Colacao o, en su defecto, pedir un chocolate. Para nosotros, aquella mezcla de sabores, el de la leche blanca y sin azúcar, y el de los churros cubiertos de ella, era especial. O eso, al menos, nos parecía a nosotros. De mis visitas a aquel lugar han pasado más de quince años. Por ello, y lamentándolo mucho, soy incapaz de recordar el nombre del señor mayor que hacía los churros. O de su nuera, una señora rubia con coleta, que siempre nos recibía con una sonrisa en la boca y nos preguntaba por el frío que hacía en la sierra. Recuerdo que una de las últimas veces que acudimos a desayunar, la “señora rubia y con coleta” atesoraba un recorte de periódico que llevaba semanas guardando: era la foto de nuestra comunión, que se había publicado en el Diario La Rioja. La última vez que fuimos nos encontramos con la puerta cerrada. Alguien nos comentó que habían tenido que cambiar el horario y abrían sólo por las tardes. Poco tiempo después, echaron el cierre de manera definitiva”.

P.D. Como epílogo de esta entrada, sirvan estas líneas que la propia María Malo añade a su relato, porque me parece que sirven como resumen bastante cabal de lo que expresa el resto de encuestados. Así que allá va la despedida: “Algo que hago siempre que voy a Logroño y quedo con amigos es ir a la calle Laurel y a la San Juan. Sé que puede parecer típico de turistas y guiris, pero desde que me fui a vivir a Alemania así era como me sentía cada vez que volvía a la madre patria. No puedo elegir uno de esos bares, pequeños, castizos y tradicionales, y descartar al resto. Así que la clave siempre estaba en planificar una ruta por sendas calles. Mis pinchos favoritos: la zapatilla, el champi, el matrimonio, el cojonudo, el roto y el baco. Y voy a dejar de escribir, que se me está haciendo la boca agua y no es que me pueda escapar y darme un homenaje”.

Temas

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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