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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Querida Zona

Pub Dante, en la calle Chile de Logroño

 

En diciembre del 2012, publiqué en este blog un artículo dedicado a uno de focos más conspicuos del Logroño hostelero: la llamada Zona. En esa entrada cuyo enlace dejo aquí al improbable lector, rememoraba aquellos años (finales de los 70, la década de los 80 casi completa) en que la oferta de ocio nocturno ciudadano prácticamente se acababa allí y mencionaba también unos cuantos bares que cualquiera habrá retenido en su memoria si conoció aquel paraíso del copeteo durante la época en que las hombreras estaban de moda. El pionero Robinson, el inolvidable La Enagua, el desconcertante Rocky, el memorable Abraxas, el Saxo (mi favorito) y el resto de la alineación. No redundaré por lo tanto en aquella incursión por la nostalgia porque prefiero decantarme por un baño de realidad muy actual. Actualísimo. Un reciente paseo por aquellas calles (Vitoria, Chile, Fundición) me confirma lo que ya intuíamos: que la Zona como tal prácticamente no existe.

Lo que existe es un puñado de bares que se niega a capitular, encomiable actitud que no basta para considerar ese paraje como un concepto en sí mismo, una noción ciudadana y redonda, una comunidad de locales entendida al estilo antiguo, cuando se constituyó. Es decir, al estilo de la época en que aquella esquina de Logroño empezó a habitarse y nació La Zona. Los bares de hoy viven desperdigados y me temo que su clientela potencial se ha diseminado igualmente por otras esquina de la ciudad, del Espolón hacia el Norte, más o menos. Supongo que lo agradecerán los habitantes del barrio, a quienes recuerdo defendiendo su derecho al descanso cuando semejante reivindicación sonaba casi como una extravagancia, pero también imagino que habrá quien, como quien esto firme, añore aquella época de esplendor. El bullicio jaranero que acompañaba la ingesta de las distintas clases de destilados en que nos iniciamos por entonces alcanzaba el clímax por San Mateo: las calles se convertían de facto en peatonales, porque no había ser humano sensato que decidiera conducir por allí su utilitario, y el trajín de copas iba desde el bar hacia afuera, una tendencia que hoy también estaría proscrita.

Qué ha sucedido para que tantos y tantos bares exhiban ahora la persiana bajada, el cartel de Se vende reciba al visitante y a su alrededor sólo acampe una mustia tristeza… Es sencill responder alegando, como he mencionado arriba, que también en el sector hostelero se imponen ciertas modas y vaya usted a reclutar hoy a las manadas de dipsómanos que asaltan cada noche de fin de semana los locales del Casco Antiguo para convencerles de que regresen a la Zona que tantas alegría deparó a sus papás y hermanos mayores. Yo mismo soy un acabado ejemplo de esta reconversión en hábitos parroquianos: en mis contadas incursiones para tales menesteres noctívagos me decanto por alguno de los garitos del corazón de Logroño y ya no recuerdo cuándo fue la última vez que me tomé una copa por la calle Vitoria y alrededores. También ignoro la razón: supongo que, como animal gregario que me confieso, también en esto de salir de noche sigo la norma logroñesa y procuro no apartarme de ella.

Lo cual es una pena. Un abandono que me reprocho. Pasé muy buenos ratos en la Zona, con el mencionado caso del Saxo como emblema: cada sábado sabía que podían ocurrir unas cuantas cosas en mis excursiones nocturnas, pero sobre todo sabía que alguna de ellas me pillaría en el bendito pub de la calle Chile, ya hace años reconvertido. Al lado resiste el Lorca, milagro, milagro. De la rica y proteica historia que este puñado de bares protagonizaron hace ya unas cuantas décadas apenas sobreviven un par de ellos. El Biribay, por ejemplo, un caso muy curioso porque será uno de los locales con más encarnaciones que ha conocido Logroño y ahí lo tienen a su disposición quienes quieran tomarse un trago acompañado de música en directo, para desmentir la idea de que semejantes empeños empresariales están destinados a fracasar en Logroño, por nuestra propensión al aborregamiento del sota, caballo y rey.

De modo que estas líneas sirven para exculparme un tanto de mi deserción de aquella Zona que tantas noche de gloria me regaló. Calculo que todavía en los primeros 90 peregriné con cierta asiduidad por allí. Trabajaba entonces cerca y era habitual acabar alguna noche de trabajo tomando una copa antes de regresar a casa en el Amalys, por ejemplo, en el PH (territorio por cierto de los futbolistas del entonces también glorioso Logroñés) o en un garito que estaba al lado, cuyo nombre he olvidado, pero donde nos atendían con profesionalidad y cortesía Chus y Jaque, quienes también acabarían por saltar al otro lado para defender desde que dejaron aquel bar la barra de La Travesía. Cambiaron los cubatas por la tortilla de patatas, una metáfora de lo que en realidad sucedió para que dejáramos de frecuentar la Zona: ocurrió que nos hicimos mayores, incapaces de seguir aquel ritmo. Volver sobre nuestros pasos como clientes, como hago yo con esta entrada dedicada a la querida Zona, sólo sirve para corroborar que el tiempo pasa. Y que cualquier tiempo pasado fue anterior.

 

Bar Numancia, en la calle Chile de Logroño

 

P.D. El hecho de que la Zona como tal, como concepto global, haya desaparecido de nuestra actualidad (yo creo que ni siquiera nadie la llama ahora así) no significa que los bares allí repartidos no funcionen con regularidad y éxito. Pongo un caso: el Dante. Ubicado en donde antaño se alzó la discoteca Valentino, cuenta con una fiel clientela, tira estupendamente la cerveza y dispone de una esmerada oferta musical para acompañar los tragos. Y a uno, que se pasó media vida en la acera de enfrente (con perdón), apoltronado entre los sillones de bambú del Saxo, le parece una suerte de justicia poética que sobreviva con tanta clase y estilo. Aunque el monumento a esa vocación de permanencia habría que ubicarlo en la puerta del Numancia: fue bar cuando a su alrededor sólo había pubs y sigue siendo bar décadas después. Hace honor a su denominación: en efecto, Numancia resiste.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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