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Jorge Alacid

Logroño en sus bares

Bares: el secreto del éxito

Bienvenidos a La Guarida. Foto de Justo Rodríguez

 

 

Hace unas semanas, el maestro Eduardo Gómez, perito en bares, se preguntaba en Diario LA RIOJA sobre el misterio que encierra el éxito que caracteriza a algunos bares. Una pregunta que yo también me hago a veces. Gómez aludía al caso reciente del local llamado La Guarida, en la castiza calle del Carmen. El ejemplo venía muy bien a colación: el bar no presenta grandes alteraciones respecto a su encarnación anterior, apenas ha recibido algún retoque bajo la nueva dirección y registra llenos clamorosos de costumbre, con la clientela pugnando por entrar en el breve espacio de que dispone y a menudo apalacanda en el exterior, allá penas si diluvia o hiela.

Misterio, en efecto. En su apariencia de antaño, La Guarida se llamaba bar Alejandro, garito del que fui devoto allá en mi mocedad, cuando con otros coetáneos buscábamos lo que nos garantizaba: una oferta culinaria despachada a módicos precios, acordes por lo tanto con nuestra economía de guerra. Entre las viandas que expedía, el Alejandro nos convencía con aquel manjar llamado bocadillo de panceta frita, despachado en generosa proporción y, por supuesto, tarifado a la medida de los sueldos de aquel país que aún no se había vuelto loco. El Alejandro, con bocatas como aquel y otras gollerías, reunió a su alrededor a una parroquia fiel y conspicua, que a veces abarrotaba por supuesto su céntrica sede, aunque lo habitual era dotarse un rosario de clientes, que se arracimaban en su barra por el método usual del goteo.

Desde luego, en aquel tiempo no se regaban clientes a manta como ahora sucede con cierta frecuencia. Yo alguna noche he desistido de ingresar en su interior, intimidado por la elevada población que ya se había hecho un sitio dentro y el alto número de potenciales clientes que aguardaban puertas afuera. Cuando por fin me he hecho un sitio, también me he formulado la misma pregunta que se hacía Eduardo Gómez y que abría estas líneas: dónde reside el secreto de este éxito abrumador.

Me respondo lo siguiente: el secreto, casi siempre, es que no hay secreto. Anote el improbable lector unas cuantas razones se me ocurren, las cuales justifican muy bien el imán que La Guarida representa hoy para la feligresía logroñesa. Por ejemplo, lo razonable de sus precios, lo suculento de algunos de los bocados que ofrece (el bacalao o el bocata de sardina con guindilla, mi favorito por cierto), una estética que no abruma sino al contrario… Uno entra en La Guarida como entraba a cualquiera de aquellos bares de su juventud (La Simpatía, Villa Rica o el Taza), atraído por esa especie de confort bizarro que garantizaba una decoración austera, que en el caso presente agrega algún guiño divertido, como ese altarcillo kitsch edificado en la pared del fondo. El servicio es eficaz, el cliente puede reconocerse en el resto de parroquianos sin esa sensación de haber invadido algún misterioso espacio exterior (lo cual acrecienta la idea de bienestar compartido) y el boca a oreja hace el resto: la gente va donde va Vicente, ya sabemos.

La otra noche, mientras me zampaba el mencionado bocadillo en La Guarida, afuera arreciaba la lluvia. Apenas un puñado de parroquianos nos reconfortábamos en el interior, de modo que pude echar un vistazo al bar con mayor detalle y, en efecto, comprobé que las virtudes arriba mencionadas explicaban que le haya puesto eso que solo los malos dueños de bares desean: que se pongan de moda. Porque las modas son en esencia efímeras y por lo tanto conviene huir de ellas. Es preferible reforzar la oferta construida por sus evidentes valores y perseverar en ellos: no volverse locos. Si en La Guarida cambian un día el modelo de bar que ha desentreñado el secreto del éxito, habrán incurrido en el peor de los pecados. Modificar su estatus pensando que además de la clientela actual atraerá a quienes ahora pasan de largo. Error. Porque el auténtico secreto del éxito de un bar reside en atrapar ese intangible que nos resulta tan difícil definir. Un yo qué sé, un qué sé yo: imposible de describir, en efecto. Pero creo que todos sabemos de qué estamos hablando: se llama magia.

 

Al rico caldo en La Guarida

 

P.D. Entre los curiosos motivos decorativos de que dispone La Guarida para entretener al cliente entre trago y trago, me llamó la atención un cartel que me había pasado desapercibido: ese rótulo que figura sobre estas líneas, que me resulto tan misterioso como el éxito del propio bar. Un camarero me informó amablemente de que sí: que el caldo se sirve previo pago de 0,3 euros. Esto es, 50 de las añoradas pesetas. Con una particularidad: que si alguien comparece con esas monedas de la vieja moneda desaparecida porque se encuentra con ellas en el neceser de la abuela, se las aceptan. Ya están ustedes tardando.

Un recorrido por las barras de la capital de La Rioja

Sobre el autor

Jorge Alacid López (Logroño, 1962) es periodista y autor de los blogs 'Logroño en sus bares' y 'Línea de puntos' en la web de Diario LA RIOJA, donde ocupa el cargo de coordinador de Ediciones. Doctor en Periodismo por la UPV.


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