Una de las cuatro leyes de la espiritualidad hindú.
Llevo unos días pensando cuál debe de ser el mejor enfoque de esta nueva entrada. No sé si ser muy minuciosa en los detalles, la verdad ¿Servirán de ayuda a quien esté pasando por algo parecido? ¿Le gustará leerlo a quien la vida le sonría y no haya visto un sufrimiento (inicial) semejante? y así todo el día…Pero creo que dejaré volar mi mente a ver si la inspiración me ayuda.
En la anterior entrada me quedé en el momento en el que Alejo es llevado a la correspondiente unidad de neonatos del hospital. Quiero matizar que pese al cansancio, el padre y yo estábamos pletóricos (primer sentimiento de una amalgama de emociones que están por llegar). Yo estoy en el post-operatorio y el padre decide ir corriendo a neonatos para ver a su hijo más de cerca y ya no separarse de él jamás.
La escena es la siguiente: Mi marido esperando a través de una fría puerta a que alguien le avise para entrar a estar con su bebé. Los minutos pasan y la preocupación, derivada de la falta de información, crece…Harto de no saber nada, se decide a entrar. Primer contacto visual y la vida le cambia en un instante “Perdone, ¿mi hijo tiene Síndrome de Down, verdad?” y es en ese momento cuando la enfermera amable le sonríe y con un gesto de afirmación le “confirma” lo más que obvio… (En este punto hay que ser rigurosos, un síndrome de Down sólo puede ser confirmado 100% por un cariotipo que básicamente es un cultivo de células pero en Alejo se veían todos los signos físicos que sin quererlo ni beberlo nos aprendimos de memoria y que a escondidas buscábamos con la esperanza de que se hubieran borrado como por arte de magia. ¿Qué cuáles son esos signos? poco tono muscular, cuello corto con exceso de piel en la nuca, ojos rasgados y hacia arriba, manchas blancas en la parte coloreada del ojo, llamadas manchas de Brushfield, manos cortas y anchas con dedos cortos, una línea única y profunda que cruza la palma de la mano y un espacio más grande entre el primer y segundo dedo del pie).”Quiero hacer piel con piel, por favor”.
Después de un corto espacio de tiempo (la falta de información me estaba empezando a hacer mella) el padre deja a Alejo en la incubadora y decide subir para darme la noticia. Nadie le acompaña. No me quiero imaginar todo lo que le pudo pasar por la mente.
“Cariño, Alejo está bien, no te preocupes…” Breve silencio. Traga saliva. “pero tengo que decirte algo…Alejo tiene Síndrome de Down”.
Supongo que en este punto, no hace falta que explique cómo nos sentimos, ¿verdad? Las siguientes emociones son duras de relatar.
Y empezaron las llamadas a la familia cercana que como no se les permitió ver al niño al nacer y estaban todos muy cansados (mi madre y mi suegra no se levantaron de la sala de espera de ese hospital durante las mismas horas que duró todo el proceso) estaban en la carretera de camino a casa.