Continuamos con nuestro particular homenaje a Scott Columbus, batería de Manowar, reproduciendo un artículo publicado en el periódico La Vanguardia un 22 de abril de 1997, a propósito de su actuación en la ciudad condal días antes. El recorte lo rescató para este blog el periodista, de esta casa, Javier Campos; también amigo.

MANOWAR
Lugar y fecha: Zeleste (l8/IV/97)

“Por muy denostado que esté en ciertos círculos, el heavy continúa siendo para muchos una religión, algo que incluso ha sido motivo de tesis doctoral. La mejor prueba la vivimos con Manowar, unos clásicos del género con más de tres lustros en activo. Celeste colgó el cartel de no hay entradas, algo lógico si pensamos que hasta hace poco este tipo de bandas llenaba pabellones deportivos mayores. Con la cola todavía doblando la esquina empezó su descarga el cuarteto, apilando uno tras otro todos los ingredientes de una fórmula que no parece en vías de extinción. Suerte que además de lo previsible hubo en el concierto algunos detalles surrealistas que ayudaron a hacer algo más llevadero el vendaval decibélico que estos brutos desatan con cada acorde. Si en el bolo madrileño la coña fue que irrumpieron en la sala los urbanos por exceso de volumen, en el barcelonés lo fue el porrón. Chulos ellos, pararon el concierto e hicieron cantar a la parroquia el “happy birthday” en honor de una de las chicas de Doctor Music, que previamente el bajista había sacado en volandas al escenario. Pero lo mejor llegaría cuando Marta Valls sacó un enorme porrón y empezaron los malabarísticos ejercicios de libación. Tras echar un buen trago dijeron que se “largaban” unos minutos y tardaron veinte en volver. Los fans aguanta ron estoicos a pesar de lo apretaditos que estábamos y de que la espera estuviese amenizada con música clásica. Fue volver a aparecer Manowar y arrasar de nuevo, con el público vibrando al unísono como un resorte y cantando de pe a pa todos sus estribillos. Este grado de identificación se hacía extensible a la imagen, y eran tantas las camisetas con el nombre del grupo estampado que parecían feligreses de alguna secta. Esta fidelidad la consigue su cantante, un cachas de gimnasio cuya presencia fisica y registro vocal, chillón y aguardentoso, se sitúa en la órbita del de AC/DC. También se lo curra el guitarrista, un virtuoso al uso quea la que le dejan se pone sinfónico. No sabemos si Manowar igualó su publicitado récord, pero la verdad es que en algunas zonas de la sala el volumen era algo fisico que

golpeaba de verdad, y ya fuera balada, solos o desmelene vocal, cualquier sonido llegaba con una potencia que no seria exagerado calificar de demencial.”

Texto: Ramón Surio ( La Vanguardia, 22 Abril de 1997 ).