Desde hace unas semanas me corroe una idea por dentro. Y es que siento que tengo que darle un giro a este espacio. Nuestra escena local – también la estatal – está sufriendo en sus propias carnes las consecuencias de una superpoblación musical, en pleno apogeo debido a la autoedición, que no sigue ni cumple con ningún criterio de calidad a la hora de mostrarse en público, ya sea sobre las tablas o en soporte digital. El caso es que me apetece romper con esa mediocridad sonora – al menos en este humilde blog – que nos acecha y acosa en la red. Por lo tanto y a partir de este mismo instante, empezaré a llamar a las cosas por su nombre. ¡Ojo!, no es que hasta ahora no lo hiciera, pero también es cierto que a menudo he pecado de maquillar un pelín la realidad, siempre buscando el beneficio de las propias bandas o espectáculos que, muy amablemente, acudían a mí en busca de una crítica musical. El que bien me conoce ya sabe de lo que os estoy hablando. ¡Sí, lo sé amigo lector!, flaco favor les he hecho. ¿Por qué?…pues porque luego, llenos de ilusión, han traspasado ‘nuestras fronteras’ y se han pegado la ostia padre.
Este argumento me lleva a la conclusión de la que os hablaba al principio. Y es que al final de todo esto, también son nuestros oídos los que pagan ese descontrol, producto de una criba inexistente – antaño realizada con mejor o peor acierto por las discográficas – que despliega en la escena una oferta infinita de trabajos, los cuales y en su gran mayoría, no superan los mínimos de calidad exigidos, al menos, para sonar decentemente bien cuando los pinchas en un estéreo.
Llamarme anticuado, romántico, caduco, etc…., pero antes todo esta maraña de decibelios te la encontrabas en el mundo ‘underground’. Una palestra donde precisamente, si eras bueno, el mismo público se encargaba de elevarte a lo más alto dando el paso hacia un nivel superior, sin necesidad de que las bandas compitiesen entre ellas mendigando el voto del fan – a riesgo de resultar cansinas – para tocar en tal o cual escenario, o ganar cierto concurso. Ahora ese mismo público – aquel que todavía conserva como oro en paño su criterio musical – se las ve y se las desea para distinguir entre lo que es un buen álbum en sí o una maqueta al uso, porque en la actualidad y en ambos casos, se las denomina de igual forma: ‘disco’.
Aunque claro, es una opinión.