‘…no sabemos qué podemos esperar de la música. ¿Dinero, reputación, sentido? Quizá sólo distraer nuestras conciencias y alejarlas de un discurrir diario que se nos presenta como un desierto de lágrimas; quizá sólo ahuyentar nuestro confuso y fangoso pensamiento de las llamas que cosumen una tierra vacía, enferma y degradada. Cuando abandonamos la realidad árida de la desesperanza soñamos con la posibilidad de reconstruir el mundo desde sus bases, nuestras ilusiones giran entonces en torno a una vida intensa zarandeada por múltiples épicas aventuras: seductora esperanza que renuncia a nuestra posibilidad de actuar, ilusión desgastada en la que consumimos y consumamos la derrota. No somos restauradores de ruinas y siempre acabamos rondando la sombra del local: el lugar en el que lamentamos apáticamente nuestras decepciones, el espacio en el que se fraguan las canciones de Ostrova. Vamos buscando melodías penetrantes que empujen a diferentes disposiciones anímicas; líneas de bajo que desprendan una gravedad capaz de hipnotizar a los oidos distraidos; percusiones que pongan orden y medida a un caos sonoro que sumerge el pensamiento en una confusión paralizante; ruidos saturados que transporten a los que todavía escuchan a horizontes inquietos, incómodos, peligrosos; gritos desgarrados que golpeen la orgía charlatana que inunda cada situación cotidiana. Aunque nuestros delirios a veces nos trasladan a dimensiones ambiciosas y arrogantes, no dejamos de ser cinco chavales en busca de algo de cordura y amor. Caos y orden, amor y odio, alegría y tristeza, sueño y realidad, vida y muerte: los mismos empeños que han empujado la creatividad humana en el transcurso de sus días, los mismos obstáculos que atraen y provocan vértigo. Ostrova es un atractivo juego en el que ponemos nuestro entusiasmo y nuestro talento, nuestras ganas de vivir y nuestro deseo de morir.’

OSTROVA , desde Logroño.