La vida, sangre y ritmo de Randy Castillo
El recientemente fallecido Ozzy Osbourne obtuvo gran parte de su éxito rodeándose muy inteligentemente de músicos jóvenes con desbordado talento, durante toda su carrera. Entre ellos figuró Randy Rhoads, virtuoso guitarrista cuyo tránsito musical fue efímero debido a su prematura muerte en un accidente de avión en 1982. Después de este incidente, varios guitarristas tocarían para Ozzy Osbourne sucesivamente.
Uno de ellos fue Brad Gillis, que tuvo un gran éxito más tarde con la banda Nigh Ranger. Entre otros también estaban Jake E. Lee y Zakk Wylde. Ambos lograron éxitos significativos en sus carreras como guitarristas. Los bateristas de Osbourne también gozaban de un gran reconocimiento, como por ejemplo Tommy Aldridge y Carmine Appice. Sin embargo, el puesto tras los tambores de la banda se fortaleció adquiriendo un gran protagonismo cuando Randy Castillo se convirtió en su batería definitivo.
Murió a la edad de 51 años, después de sucumbir a su cáncer en 2002. Años más tarde se convirtió en el protagonista del documental titulado The Life, Blood and Rhythm of Randy Castillo (2014), dirigido por Wynn Ponder, cineasta radicado en el estado de Kansas (USA).
La vida de Randy Castillo
La película sigue el viaje de Castillo desde sus primeros días viviendo en Albuquerque, Nuevo México. Posteriormente nos habla de aquellos primeros pasos de Castillo con una serie de bandas de clubes y su posterior mudanza a Los Ángeles, la ciudad que lo puso bajo los focos de la industria musical, cuando la música rock estaba en su cenit de gloria: los dorados años ochenta.
En el film también aparecen los testimonios de antiguos compañeros de banda, como Mike Inez y Phil Soussan. También incluye declaraciones de sus amigos cercanos, como Slash y Lita Ford, entre otros. Lita Ford además se encarga de la voz en off en el documental.
Es a través de todos estos testimonios cuando aprendemos mucho más sobre cómo fue Castillo, como individuo. A los espectadores se nos recuerda el hecho de que su persona era una rareza en el mundo de la música rock en una época llena de excesos. Randy Castillo fue un músico virtuoso que mantenía la calma durante situaciones difíciles.
Dancin’ on the Edge (Lita Ford) fue su primer álbum importante y su último LP fue New Tattoo con Mötley Crüe. Entre estos dos álbumes, ofreció numerosas actuaciones y grabaciones memorables como miembro de la banda de Ozzy Osbourne. Cabe destacar su contribución en el álbum de 1991 No More Tears, resultando ser un gran éxito comercial.
La transición
Su trabajo baterístico fue de primer nivel, muy visceral y de gran potencia, que contribuyó intensamente a su reputación como un showman consumado. Lo que no se destacó tanto fue su posterior periplo en la banda Mötley Crüe, la cual entró en un declive comercial hacia finales del siglo XX.
A pesar de sus horas bajas, el puesto libre en la batería que había dejado en 1999 el co-fundador Tommy Lee era muy codiciado por numerosos bateristas de la época. Para Randy Castillo fue todo un logro conseguir el puesto, con la única decepción de que fue un período desgraciadamente muy efímero para nuestro artista.
Días finales
Randy fue diagnosticado de cáncer cuando Mötley Crüe se estaba preparando para una nueva gira en 2000. Sus planes para actuar en los escenarios de todo el mundo quedaron suspendidos. Nuestro protagonista aguantó en primera instancia a pesar de que el tratamiento inicial para eliminar su cáncer casi lo mata. Finalmente, fue declarado libre de cáncer.
Esto resultó ser una victoria temporal pues poco tiempo después el cáncer regresaría de nuevo. Randy tuvo que someterse a la ronda de tratamientos una vez más, pero en esta segunda ocasión su cuerpo no puedo aguantar y por desgracia no sobrevivió.
Incluso después de tantos años desde su muerte, el legado de Randy Castillo se ha mantenido en pie. Esto demuestra que su influencia, arte y memoria siguen conservándose intactas en la escena musical y también, en nuestros corazones.