Hace varios post hablé de lo complicado que en los años 80 resultaba hacerse con un disco de cualquiera de nuestros admirados héroes. La excursión de rutina a las tiendas de discos, el repaso disco a disco de los estantes, no sea que lo hayan colocado mal y este en otro lugar, para al final irnos a casa con esos preciados treinta centímetros de vinilo y cartón.
Actualmente y más de treinta años después la dificultad radica en encontrar no ya nuestros discos preferidos, sino un establecimiento en condiciones en donde nos podamos deleitar en la contemplación de ese disco buscado u otros muchos, que por solidaridad acaban en el cesto de nuestros oídos.
Entonces era por falta de distribución y actualmente es por falta de tiendas. Lamentable que en una ciudad como Logroño no haya una sola en condiciones, y nuestra búsqueda se quede relegada a los cada vez más reducidos espacios habilitados de las grandes superficies. Por eso Internet se ha convertido en refugio de cientos de locos que picados por el deseo de encontrar no solo rarezas, también simples novedades pasamos horas deslizando nuestra vista por la pantalla del ordenador hasta que damos con ello. Y no solo me refiero a las descargas. Si realmente deseas adquirir algo especial hay que recurrir a la compra online.
Los más jóvenes alucinaran cuando lean que Logroño disponía de una nutrida red de tiendas de discos esparcidas por las más variopintas calles de nuestra ciudad.
Que yo recuerde, la que más solera tenía era Casa Erviti, en la calle Portales donde ahora mismo un bazar chino de los muchos que hoy pueblan nuestra fisonomía local no deja ver lo que aquella emblemática tienda fue.
Gerardo era el encargado. De pequeño acudía casi cada sábado acompañando a mi padre, gran aficionado a la música, y veía como con dedos ágiles y vista de lince pasaba uno tras otro los discos que contenían los estantes hasta que daba con lo que había ido a buscar o simplemente con algo que había llamado su atención.
Con el tiempo adquirí allí mis primeros discos, recuerdo un recopilatorio de Status Quo, de los que me quede prendado en el programa Aplauso y el “Rock and Roll Boomerang” de Miguel Ríos. Cuando mi pasión por la música se tradujo en el deseo de crearla yo mismo, mis primeras baquetas, unas Honsuy, las compré allí, por que Erviti también era una tienda de instrumentos. De hecho la venta de instrumentos era el centro de su negocio pero con el tiempo la de discos fue alcanzando cada vez más notoriedad.
Radio Luz, Electricidad Guerra y alguna más que no recuerdo también albergaban entre sus electrodomésticos estantes destinados a la venta de vinilos.
Próximos a Erviti se encontraban los Almacenes Simeón, algo a sí como El Corte Ingles de una pequeña capital de provincias. Su sección de música estaba más que bien surtida y gracias al buen hacer de su responsable se fue adaptando a los nuevos tiempos e incluso se podían adquirir las primeras sudaderas de grupos heavy. Sin duda la más popular por entonces era la de Motörhead. Cuando Almacenes Simeón cerró sus puertas, en el año 1986, Antonio, encargado de la sección de música de los citados almacenes abrió en la misma calle Portales, discos Karol. Como dato curioso el ultimo disco que adquirí en Simeón fue uno de Rainbow, “Down to Earth”. Discos Karol mal sobrevivió hasta que su dueño decidió jubilarse. Eran malos años. Aún así y aparte de Boletín Informativo Discoplay era el único sitio que teníamos los heavys para seguir aumentando nuestra indumentaria rockera.
Sin duda, Discoclub ha sido el establecimiento más emblemático de Logroño. La historia se remonta al desaparecido bar Trébol, posteriormente Café Continental debajo de la Concha del Espolón. Allí Félix Gracia, yerno del dueño del bar Trébol decidió que seria buena idea sustituir la orquesta para los bailes y utilizar música de discos, cada vez más de moda. Y ya que tenían discos, por que no venderlos. Lo demás ya vino rodado. De la pequeña tienda en doctores Castroviejo pasaron en unos años al gran local situado justo al lado. El noventa por ciento de mis discos los compré en ese pequeño local, donde Fermina, mujer de Félix, se encargaba de estar al frente de la tienda. Recuerdo que muchas veces nada mas entrar en ella, sacaba de debajo del mostrador una pila de discos y me decía, “esto ha llegado hoy”, y claro débil que es uno pues picaba como un tonto. Ahora Fermina y yo coincidimos en el patio de colegio porque uno de sus nietos y mi hija van juntos a clase, y cariñosamente todavía me llama nene. Después del traslado del negocio, se mantuvo el pequeño local bajo el nombre Discos Dedicados y en sus estantes se podían encontrar cantidad de discos rebajados con la famosa pegatina de SerieMedia. La calle Fermín Irigaray también vio abrir una nueva sucursal de Discoclub durante un tiempo y en sus últimos años la Gran Vía Logroñesa también tuvo el honor de contar con uno de sus establecimientos.
Ochentera también fue Discóbolo y los días posteriores a su inauguración veíamos pasmados como en sus escaparates lucían todos los discos de Iron Maiden junto con otros de Judas o Saxon, para que os hagáis una idea del tirón que el heavy metal tenía por esos tiempos.
Discos Tauro en Avenida de Navarra también fue visitada por este humilde consumidor de decibelios. Discos de Saxon “Power and the Glory” o “For Those About To Rock” de AC/DC, con la famosa carátula en negativo de la que solo hay mil ejemplares en todo el mundo, fueron entre otros los que adquirí allí.
Hubo una pequeña tienda en Calvo Sotelo que apenas tuvo repercusión y de la que mucha gente ni se acuerda. La Disqueria. “Si para comprar un libro vas a la librería, para comprar un disco ven a La Disqueria”. Así se anunciaban en la radio. Un vinilo de Rocky Sharpe and the Replays fue el único que compré en La Disqueria. Traviata en la calle Vitoria alternaba la venta de discos, con comícs y libros. Musicar en Avenida de Portugal también fue una tienda bastante emblemática. Otros establecimientos fueron Discopolis o La Miscelánea pero para entonces el negocio ya estaba herido de muerte.
El ultimo reducto al que nos pudimos agarrar los aficionados al metal, fue discos Tipo en la Plaza primero de Mayo. Magníficamente llevada por un chico del que desconozco su nombre pero que se enrollaba de maravilla y en seguida hacía los pedidos y te llamaba al móvil. Allí me hice en CD con muchos de mis viejos vinilos que me resultaba bastante difícil y caro conseguir por otros cauces. La trilogía sagrada de Y & T, “Mean Streak”, “Black Tiger” e “In Rock We Trust” y muchos otros que pertenecen a la categoría de mis discos totales y que merecen la pena ser comprados. Luís batería de Isthar también se lanzó a la aventura de vender discos en un pequeño local en la calle Carmen Medrano, discos T.N.T., pero pronto tuvo que echar el cierre. Como siempre, la personalidad humana es insondable y después de reclamar durante años un establecimiento especializado nos dejamos escapar una oportunidad inmejorable para hacernos con nuestra música favorita.
Como digo es una lastima que en Logroño no haya ni tan siquiera una sola tienda. Yo me haría socio, seguro.
Salva Guillén Etayo para Metal Pesado.