Gestos que lo explican todo… Silencios que dicen más que mil palabras. La entrevista mantenida ayer en el Ayuntamiento de Logroño entre el alcalde Santos y el presidente Sanz despertó mayor interés en las formas que en el fondo.
Sabedores como éramos de que no habría declaraciones conjuntas y que, por tanto, cada uno haría valer su versión ante la imposibilidad de réplica, algunos ‘plumillas’ nos colamos en las Casas Consistoriales pese a que la convocatoria era única y exclusivamente para gráficos.
Y es que parte de la noticia, en esta ocasión, estaba en la comunicación no verbal: en ser capaces de descifrar los mensajes que tanto Tomás como Pedro podían hacernos llegar a través del gesto, del lenguaje corporal o posturas, de la expresión facial…
El alcalde, como anfitrión, jugaba en casa. ¿Saldría a la puerta a recibir a su invitado?, me preguntaba instantes antes de la hora fijada mientras apuraba un cigarrillo en la entrada principal del edificio de Moneo.
Para mi sorpresa quien apareció por allí para dar la bienvenida al presidente fue Cuca Gamarra, candidata del PP a la Alcaldía y actual líder de la oposición municipal, que bajó las escaleras y acompañó a Sanz durante la escasa decena de metros previos a los otros tanto escalones que conducen a la primera planta, donde se ubica el despacho del primer edil.
Santos aguardó su llegaba al final de la escalera, flanqueado por su jefe de Prensa… Sanz llegaba aún más arropado, pues a los integrantes de su Gabinete llegados con antelación se le unieron los del consejero de Administraciones Públicas, Conrado Escobar, buen conocedor de la casa.
Un ‘¿qué tal, Tomás?’. Un ‘bienvenido, Pedro’. Y una marcha: la de Gamarra, que inmediatamente seguía subiendo las escaleras hasta la segunda planta que lleva a las dependencias del Grupo Municipal Popular.
El sonriente apretón de manos entre ambos se produjo en un ambiente de amabilidad y cordialidad cuando justamente nos tenían acostumbrados a todo lo contrario que hasta hizo que algún funcionario, por qué no decirlo, se despistase de sus obligaciones para no perderse un encuentro que centraba todas las miradas. Entre tres y cuatro decenas de personas, 60 u 80 ojos, fuimos testigos de ello.
De lo que pasó una vez dentro de la sala de recepciones, solo ellos lo saben…