Aún recuerdo la apocalíptica secuela de Mad Max con un jovencísimo Mel Gibson convertido en todo un héroe (y encima algo macarra) para un adolescente que en aquellos años apenas comenzaba a salir del cascarón…
Hoy, más de dos décadas después, uno que ya está más crecidito ha dejado atrás las ganas de recorrer el árido desierto al encuentro con Tina Turner y como mucho puede aspirar a recorrer la cúpula… pero no la del trueno sino la de la futura estación de ferrocarril de Logroño.
Eso es exactamente lo que hice esta semana que ya terminó: ascender, y he aquí paradoja, al punto más alto del soterramiento. Y lo hice acompañado del arquitecto autor del proyecto, el donostiarra Iñaki Ábalos (y de Justo Rodríguez, por supuesto, que si no de qué iba a tener yo la foto).
Con más miedo que vergüenza dejé mi vértigo abajo y comencé la lenta pero segura subida a lo más alto de la estructura metálica que puede verse… Peldaño a peldaño, paso a paso por el andamiaje, hasta coronar la cima a 12 metros. ¡Si Max Rockatansky me hubiese visto probablemente me hubiese invitado a recorrer en su carroza arrastrada por una manada de camellos los polvorientos caminos de su Australia natal!