Nunca antes se usó una palabra tan en vano. Austeridad, austeridad, austeridad… repiten sin cesar nuestros políticos. Austeridad, austeridad, austeridad… intentan colarnos. Austeridad, austeridad, austeridad… fuerzan sus eslóganes hasta hacerlos chirriar.
Y es que el uso de la palabra austeridad, en boca de algunos, sencillamente no resulta creíble. Y no resulta creíble no ya por lo hecho, cuando quizás podrían tener la coartada de que la crisis no era tal, sino por lo que, pese a la que está cayendo, siguen haciendo.
PP y PSOE han entrado en una carrera para presentarse a ojos de la opinión pública y del potencial electorado como los partidos más austeros habidos y por haber. El caso es que su mensaje choca frontalmente con lo que estamos viendo esta campaña… ¿o es que lo están dejando para después del 22 de mayo?
Si hubiese que medirla por la cantidad de propaganda buzoneada, de folletos, panfletos y demás –etos con los que nos están bombardeando a diario, con la publicidad en los distintos soportes y con la puesta en escena de sus candidatos en los mítines (a la figura del asesor de imagen no ha renunciado nadie que yo sepa)… lo cierto es que esa austeridad que pregonan únicamente quedaría demostrada respecto a su poca vergüenza.
Austeridad, sí, pero con letras grandes, bien visibles y, a poder ser, de oro. Mal asunto cuando ese mensaje se hace llegar a tanto la ‘aus’ y a cuanto la ‘teridad’. Campañas planeadas por y para gobernar ajenas a la calle, a sus problemas y a lo que puedan pensar quienes fuera de lemas llevan ya un tiempo aplicando en sus familias esa misma austeridad que ahora los políticos, tarde como siempre, prometen.