Ni vagos ni maleantes. Ni perros ni flautas. Indignados, eso sí, pues sobran los motivos. Gente como usted y como yo, con sus obligaciones y devociones, es decir, con sus ocupaciones y aficiones (o con su ocio y su negocio, que tanto monta…).
El 11 de junio, casi un mes después de la primera vez, quienes se echaron a la calle a manifestarse no fueron más que ciudadanos ejerciendo como tales, es decir, de ‘ciu-da-da-nos’. Todo lo demás sobra: nadie tiene que saber si trabajan en tal o cual sitio… de la misma manera que nadie se lo preguntó a quienes de la misma manera acudieron a la procesión de San Bernabé y a los banderazos de la nueva alcaldesa.
Aunque vaya por delante que allí había de todo… sí, sí, de todo: desde profesores hasta cajeros (de entidades financieras, como lo oyen). Y que conste que lo digo por los malpensados.
Todavía recuerdo como el mismo 15 de mayo, día en el que surgió todo, me presenté en la concha del Espolón y me sumé de manera silenciosa a las varias decenas de personas (al final rozaron el centenar) que, como yo, habían acudido a una convocatoria pegada en una farola sin saber muy bien qué se iban a encontrar.
Dos días después, se desencadenó todo. Lo de la asamblea, lo de la acampada, lo del… 15M, en definitiva. Ahora es más que probable que lo uno se desvincule de lo otro. Y no para dar un paso atrás, sino para coger carrerilla. Al menos esa es la intención. Ya lo veremos…
P.D.
13 días y 11 post después todo parece indicar que los problemas técnicos que me impedían incluir fotografías y vídeos en el blog por fin se han resuelto. Esperando que no vuelva a suceder, sirvan estas líneas para reiterar mis disculpas.