Y allí había gente de todo tipo y condición. Gente como usted y como yo, como su vecino del quinto al que en ocasiones va a pedir una pizca de sal, como la frutera de la esquina a la que le compra dos kilos de tomates, como el charcutero al que le solicita las lonchas de jamón de york finitas… Insurrectos, pero pacíficos; resistentes, pero no violentos; e indignados… muy pero que muy indignados.
Sin necesidad de que ladrase ningún perro ni sonase flauta alguna, el 15M resurgió ayer con más fuerza que nunca. Viendo lo visto, lo del día de la constitución de la nueva Corporación municipal y la toma de posesión de la nueva alcaldesa no fue más que un aperitivo. Críticos, alegres y constructivos… (y combativos, que también los hay).
Ya escribí en ‘Nanay de Logroño’ que el 11 de junio quienes se dejaron oír no fueron más que ciudadanos ejerciendo como tales, es decir, de ‘ciu-da-da-nos’. Todo lo demás, y lo vuelvo a repetir, sobra: nadie tiene que saber si trabajan en tal o cual sitio… de la misma manera que nadie se lo preguntó a quienes acudieron a la procesión de San Bernabé y a los banderazos de Cuca Gamarra. Cada cual lo hizo por sus propios motivos, todos legítimos y respetables.
Ayer (por el domingo), ya sin ‘Patrón’ de por medio, volvió a suceder lo mismo. La tarde invitaba a terraza o piscina pero hubo quien voluntariamente tornó su indignación en compromiso y oposición total al denominado ‘pacto por el Euro’, cocinado por los 17 países de la moneda única aunque con receta alemana y con ingredientes muy difíciles de digerir para los estados más vulnerables de la zona euro. Un menú que, al menos aquí y a miles de comensales logroñeses, se nos atraganta. El pueblo tiene hambre pero ya no traga con todo. Ya no.