La masiva afluencia de temporeros durante la vendimia regional parece que un año más vuelve a desbordar el dispositivo municipal. Quizás vaya siendo hora de reconocer que el Ayuntamiento de Logroño pone de su parte (aunque resulte insuficiente, desde que la Administración local se viese obligada a habilitar el polideportivo del ‘General Espartero’ algo hemos avanzado), pero… ¿y el resto de La Rioja? Viendo lo que sucede en municipios como Nájera, otro año más también, yo diría que más bien poco. La gran mayoría prefiere mirar para otro lado justificando su inhumano comportamiento con aquello de evitar el ‘efecto llamada’, lo que se traduce en ‘trátales con la punta del pie, que ya verás como se van por su propio paso’.
Aún recuerdo cómo el año pasado la concejala de Política Social, Paloma Corres, se defendía insistiéndome en que la responsabilidad del problema es compartida, y lo hacía después de conocer, por ejemplo, cómo algunos de los que venían a pasar la noche a la capital lo hacían pese a ser obligación del agricultor proporcionarles alojamiento durante la campaña, amén de los llegados de otras localidades sin dispositivo. Yo le dije lo que vuelvo a repetir hoy: habría que pedir cuentas empezando por los propios agricultores; seguir por los ayuntamientos sean grandes, medianos o pequeños; no olvidarse de pasar por el Palacete del Gobierno de La Rioja; y terminar en la mismísima Denominación de Origen Calificada, que no es ya que parezca que no tenga nada que decir, sino que por lo que se ve el problema ni va con ellos… Quizás todo cambiaría si para el vino no solo fuese obligatorio incluir en el etiquetado lo de ‘contiene sulfitos’, sino otros ‘ingredientes’ igual de denunciables.