Flamante, sí; pero con problemas impropios de algo recién estrenado, también… La sorpresa de los viajeros del tren con salida o llegada a Logroño ha sido inevitable cuando, tras las últimas lluvias registradas en la capital, no pocos se topaban en su camino con conos advirtiendo de la presencia de agua en la planta baja. Y es que, a punto de cumplir su primer año en servicio, la nueva estación de ferrocarril –en cuya cubierta y zona sur se sigue trabajando– presenta filtraciones y goteras que provocan la aparición de charcos para desesperación del personal.
Los problemas se centran concretamente en la zona de andenes; una vez cruzado el vestíbulo –libre de humedades– y tras descender por las escaleras mecánicas, las señales de por dónde se cuela el agua se hacen claramente visibles en el suelo, las columnas y prácticamente en todos los lucernarios, que por lo que se puede apreciar no sólo permiten el acceso de luz natural a las entrañas del soterramiento.
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