Ahora que nos las prometíamos tan felices con aquello de que la herida abierta durante años por las vías del tren estaba cicatrizando por obra y gracia del soterramiento, las perdices se nos atragantan al caer en la cuenta de que la barrera ferroviaria ha sido sustituida por otra que separa tanto o más nuestro tejido urbano como es la circunvalación.
El Colegio Oficial de Arquitectos de La Rioja ya ha dado la voz de alarma, y lo cierto es que no debería cogernos con el pie cambiado. Cuestión de planeamientos. De malos planeamientos. Erróneos en su día y demostrados equivocados con el paso del tiempo. Vale que con el ferrocarril, tratándose como se trata de una infraestructura centenaria, hayamos tenido que ir a remolque hasta dar con la solución definitiva, pero… ¡con la circunvalación, que prácticamente es de anteayer y a la que ya se le busca alternativas con la conversión de la AP-68 como futura ronda sur!
«Salvar esta barrera va a ser mucho más difícil y costoso que el ferrocarril», me confesaba el decano del COAR, Alfonso Samaniego, dando paso a un debate en el que el concejal de Desarrollo Urbano, Pedro Sáez Rojo, venía a decir que de proyectarse la circunvalación actualmente seguramente se ejecutaría de manera bien distinta.
Sucede que ahora que estamos inmersos en plena redacción de lo que será el nuevo plan de infraestructuras de Logroño, los arquitectos entienden que éste debe enmarcarse en ese hacer o construir ciudad que en tiempos de crecimiento expansivo sin fin parecía habérsenos olvidado: no sólo es resolver el tráfico rodado, como pudo ser en su día la LO-20, sino además contribuir a la mejora de la calidad de vida urbana. Y puede que, para eso, una vez más, volvamos a perder el tren. Si es que llegó (llega) algún día…