Ayer, día de su funeral, casi nada o muy poco se hubiese podido añadir a lo ya dicho sobre Nelson Mandela. Ni siquiera hubiese sido original expresar la sorpresa que causan los vítores y alabanzas a la figura de Madiba de a quienes el sonido de las concertinas enrolladas en la valla de Melilla debería provocarles, cuanto menos, serios dolores de cabeza sino graves problemas de conciencia. El diputado del PP por La Rioja, Conrado Escobar, en su condición de portavoz popular de Interior en el Congreso, sin ir más lejos, loa el legado del líder sudafricano al mismo tiempo que defiende tan vergonzosa y vergonzante manera de ‘proteger’ la frontera entre Europa y África. Doloroso pero necesario, nos ha venido a decir.
Ayer, Día de los Derechos Humanos para más inri, quizás nos hubiésemos podido permitir dejar de ser políticamente correctos al respecto para entender que igual el problema no es ya de color, sino de quien porta tal o cual piel. Visto lo visto y oído lo oído, podríamos llegar a pensar (o así nos lo han dado a considerar) que lo preocupante es que todos los negros que tratan de saltarla no son como Mandela, porque de lo contrario no harían falta cuchillas ante semejante “ejemplo de dignidad humana”. Solo así se explica tal grado de hipocresía… sólo así.
El destino, siempre caprichoso, ha querido además que estos días una imagen obtenida en la ciudad jiennense de Úbeda nos golpee de lleno: decenas de temporeros, negros para más señas, pasan la noche en soportales a la espera de una oportunidad, lo que recuerda ‘muy mucho’ al pasaje de Vara de Rey de Logroño que cada año nos arroja una imagen prácticamente igual. Así en la recogida de la aceituna en Andalucía como en la de la uva en La Rioja… Bultos acurrucados en mantas raídas aquí y allá, cartones esparcidos improvisadamente tratando de buscar protección del frío suelo en el que hasta las baldosas se presentan similares, y no más iluminación que la luz mortecina de los fluorescentes que cuelgan de soportales andaluces y pasajes riojanos…
Dos imagénes distintas , sí, pero una misma realidad. Esa que nos hace mirar para otro lado y a la que llamámos Africa como si no fuese con nosotros, como algo lejano que en el mejor de los casos se ubica desde Algeciras o La Línea de la Concepción hacia abajo y que tiene en Tarifa una especie de mirador privilegiado entre olas y tablas de surf. Una especie de ‘apartheid’ que, en este caso, no parece tener fin. Ni libertad ni igualdad ni justicia. Y cuando desperté, el malí del banco de Amós Salvador todavía estaba allí. Y es ahí cuando, como ya dije, se cae en la cuenta de que quizás el verdadero problema es que entre todos, por acción u omisión, hemos hecho del mundo una mierda y de la vida, una perra. ¿Demagogia? Llámenlo, vuelvo también a repetir, como quieran…