Resulta innegable que queda mucho por hacer, pero lo cierto es que ya se ha hecho mucho… es más, podría decirse que no para de hacerse. Otra cosa sería a qué ritmo. El rompecabezas en el que parece haberse convertido el Casco Antiguo de Logroño cambia de forma con el paso del tiempo según se van incorporando nuevas piezas, pero igual no las claves que ayuden a que el puzle se sostenga y deje ver cuál será su dibujo definitivo.
Decíamos hace ahora dos años que el Casco tenía tirón atendiendo a las promociones inmobiliarias desarrolladas al albur de esos otros grandes proyectos institucionales: Ayuntamiento y agentes del sector confirmaban que, en plena crisis, el centro histórico ofrecía mejores salidas que el resto de la capital y adelantaban que en los próximos 15 meses se entregarían 100 viviendas. Que si el PERI Herrerías, que si el PERI Carnicerías, que si el PERI Mercaderes… Planes especiales de los que ya entonces habíamos estado yendo y viniendo desde hacía años, ¡algunos incluso varios mandatos!, y que a día de hoy están paralizados o a medio acabar y, los menos, con inquilinos que han adquirido tal condición después de no pocos quebraderos de cabeza.
Tras la creación de supuestos focos de atracción (tipo CCR), se ha pretendido poner el acento en la vivienda, pero… ¿se ha conseguido? Actualmente podemos decir que toda promoción, esas mismas que a principios de legislatura se llegaban a empezar a vender sobre plano, se topan con tantos obstáculos que la mayoría se quedan en intento o sobre el papel. Cualquiera debería saber que toda obra con un centro histórico de por medio no debería estar sujeta a plazos. Complicaciones habrá… con crisis o sin ella. El problema, que es el de todos, no admite más demoras: el problema, que sigue ahí, es que Logroño quizás empezó a mirar a su Casco Antiguo como lugar para vivir demasiado tarde. Palabra de alguien que no es de aquí.