“Sobre el plano, una calle más, sí, pero puestos a callejear una calle que, aparte de entrada y salida al Casco Antiguo, representa un efecto frontera que no acaba de diluirse dividiendo la parte histórica en dos mitades claramente diferenciadas que marcan el devenir de lo que podrían considerarse dos barrios. Uno, integrado en Logroño; y otro, que parece vivir de espaldas a la ciudad o, lo que es peor, la ciudad de espaldas a él.
El comercio sirve como indicativo de las dos realidades del Casco Antiguo, llevándose la zona de Portales al Ebro la peor parte. Los negocios en Herrerías, Marqués de San Nicolás, Mercaderes, Ruavieja o Barriocepo se pueden contar con los dedos de las dos manos. «Y somos los mismos que hace 20 años», sentencia Marcos, zapatero de la Mayor que asegura que casi no hay día en el que no se le pase por la cabeza buscar otro sitio con mayor tránsito aunque el hecho de ser propietario y lo prohibitivo de los alquileres le hacen volver a poner los pies en la tierra”.
Así arrancaba el reportaje que un servidor firmaba en Diario LA RIOJA el pasado domingo. ‘Sobrevivir en el Casco Antiguo’ titularon en portada. Ya en páginas interiores, el subtítulo daba más pistas: Negocios de toda la vida sobreviven en el ‘otro’ Casco Antiguo en mitad de un barrio repleto de bajos vacíos. Y uno de ellos regentado por el tal Marcos, todo un personaje con dos décadas a sus espaldas reparando calzado que se prestaba a ser ‘retratado’ en plena faena mientras conversábamos sobre la situación. La foto de primera (este post no deja de ser una excusa para volver a publicarla) es de María Sobrino, quien se enfrentaba a uno de sus primeros trabajos (¡y qué trabajo!) en prensa escrita y aprobaba con nota…
“Basta con darse una vuelta una mañana cualquiera para comprobar de qué habla Marcos. Los bajos, otrora comerciales, se muestran a ojos del viandante cerrados a cal y canto con las cicatrices de actividades de antaño hoy desaparecidas mientras que, salpicados aquí y allá, apenas una decena de locales se mantienen ocupados. La mayoría de larga tradición, pues los surgidos de esas pocas promociones inmobiliarias que han conseguido salir adelante se ofrecen sin que haya demanda. Un taller aquí, una tienda allá, un horno donde estuvo siempre… por no haber, no hay ni bares donde tomarse un café. De día, eso sí, pues los de noche ganan la partida y las copas proliferan cuando el ocio nocturno invade la zona. Alguna sociedad gastronómica y merenderos de fin de semana parecen ser el complemento ideal”.