Nadie se atreve a aventurar un pronóstico legitimado más allá de los legítimos deseos o anhelos que cada cual puede ‘invocar’ en grupos más o menos numerosos o representativos. La incertidumbre del 24M no sólo se ha asentado en la política –que de puertas para adentro la hay, y mucha–, sino que a estas alturas, y justo cuando entramos en el mes definitivo, ha echado hondas raíces en la ciudadanía. Y mucho me temo que la campaña electoral que se cierne sobre nosotros, lejos de despejar dudas, aún lo hará todo más imprevisible, al menos en lo que a los resultados concretos se refiere. La Rioja y Logroño, aun con sus particularidades, no permanecen ajenas al desgaste del bipartidismo y dan por seguro que PP y PSOE deberán ir acostumbrándose a no ‘pegarse’ solos, sino acompañados.
Y es que de las pocas certezas compartidas es que tanto el Parlamento de La Rioja como el Ayuntamiento de Logroño recibirán a más grupos, es decir, es muy probable que pasen de bicolores a multicolores, con permiso del PR+ con el que ya comparten espacio (tricolor, por tanto) en el antiguo convento de La Merced. Cambia Logroño, con réplica en La Rioja, Ciudadanos, Podemos –sólo con lista autonómica–, UPyD… todos parecen aspirar al lugar que llevan tiempo reclamando, con lo que la legislatura que viene nada tendrá que ver con la presente. La pérdida de mayorías absolutas y la necesidad de pactos también entran dentro de lo posible, pero eso ya es otro cantar. En cualquier caso, suena estos días una canción que ya se da por verdadera: y es que tanto en el Parlamento como en el Ayuntamiento ya están dándole vueltas a cómo hacer hueco a los ‘futuribles’ recién llegados. «Hasta ahora los dos estaban acostumbrados a coparlo todo, también las dependencias de las sedes de la Administración», ironizaba el músico a falta de poner letra.