Y las dudas se despejaron de momento… sin molestias ni perjuicios, sin filas y sin colas, sin más gastos que lo que suponga la adquisición de las placas. Y la calle Calvo Sotelo seguirá siendo Calvo Sotelo, la plaza Martín Ballestero seguirá siendo Ballesteros y el parque González Gallarza seguirá siendo Gallarza. No sería de extrañar que Juan Yagüe, en el futuro, pase a ser Yagüe, es decir, que siga siendo Yagüe. «Grotesco», según La Barranca. El Ayuntamiento, casi 9 años después, cumple con lo que dice la Ley de Memoria Histórica en relación a sus calles. El problema es que el nombre de las mismas siempre tiene una motivación y no vale que aprovechando que el Pisuerga pase por Valladolid –y el Ebro por Logroño– alguien caiga en la cuenta de que ministro de dictadura y presidente de democracia compartan apellido –que también fue, por cierto, el de un equipo de fútbol–.
Si Innerarity tiene –tenía– una calle no era por otro motivo que «por los merecimientos contraídos con ocasión y durante el Glorioso Movimiento Nacional», ahí es nada. Y es que más allá de las denominaciones, los motivos tampoco son inocentes. Dicen que con Capitán Cortés se pensó incluso en sustituirlo por Hernán Cortés «pero parecía un poco forzado». Supongo que será de agradecer que a nadie se le ocurriese la opción de dejar el Capitán y sustituir el Cortés por un Trueno. Y vaya usted a saber si para Ballesteros se pensó en Severiano. Y, con tales precedentes, quien sabe si para las restantes Víctor Pradera pasa a ser ‘La casa de la pradera’, pues seguro que los hay muy de Michael Landon. Al final, habría que decir tanto a PSOE y PR+, que no lo hicieron cuando pudieron, y al PP, que lo hace ahora de aquella manera, que no era para tanto. Que General Franco, ya puestos, bien pudo ser Franco Battiato en lugar de avenida de la Paz. Un chiste, sí, pero de muy mal gusto.