Se nos fue el más grande y, por ello, hasta este pequeño espacio quincenal se salta esa norma no escrita de referirse al día a día de la ciudad para recordar su figura. Algo le debe el ‘Diario de un hombre loco’ al genio y a la figura de Gregorio Esteban Sánchez Fernández, más allá de que su autor tuviese la suerte de vivir durante sus años universitarios en la calle –la calzada de la Trinidad– de la que tomó su nombre artístico en su Málaga natal. Que Chiquito se metió en nuestras vidas es un hecho, como lo es que tantos años después lo hiciese para quedarse. Se quedó en Andalucía y también en La Rioja, pues su huella se siente… hasta en el salón de plenos del Ayuntamiento de Logroño (al final va a ser que es inevitable hablar de la capital de La Rioja en esta columna, ya ven). Desde su aparición televisiva, en este país ya nada volvió a ser como antes. Cuántas veces se ha despedido un concejal de la prensa terminada una sesión de varias horas con un ‘hasta luego, Lucas’, cuántas se ha oído un ‘no puedor’ al anunciar que se votará en contra de tal o cual moción, cuántas alguien ha soltado un ‘¿cómor?’ desaprobando lo que decía su interlocutor… ‘¡Al ataquer!’. El sábado no era de extrañar que desde la Casa Real hasta la Policía Nacional o la Guardia Civil (la también conocida como la ‘Meletérica’) lamentasen su pérdida. Tampoco faltaron partidos políticos en general y cargos públicos en particular. Sus formas y su fondo han calado hondo. Desde el ‘auan, apeich, agromenauer…’ para hacer cuentas cuando tocan los presupuestos a ‘que la cosa está muy malita’ hablando de la crisis económica pasando por esa manera tan suya de caminar, manos a las lumbares, usada por tantos logroñeses y logroñesas para evitar caerse, que no la ‘caidita de Roma’, cuando las aceras se congelan con los rigores del invierno. Como para no darse ‘cuen’, por la gloria de mi madre.