Comida… para comer. Vestido… para vestir. Trabajo… para trabajar. Si algo envidio de la ingenuidad de los niños, de la que afortunadamente disfruto en casa y que sea por muchos años, es que, guiados por la inocencia propia de tan tiernas edades, asignan a todo su utilidad real. Sentido común, lógica, llamémosle como se quiera, pero es ya de adultos cuando nosotros mismos nos empeñamos en liarlo todo y así nos va…
Siguiendo tal razonamiento la vivienda no puede tener más uso que para vivir. Y es por ello por lo que chirría especialmente que haya gente que no tenga acceso a una vivienda (para vivir, sí) cuando precisamente en Logroño contamos con un piso por cada dos habitantes y, para colmo, uno de cada cinco está vacío.
La situación, pese a ser un problema, no es nueva. Ya en el 2007, antes de que muchos hubiesen llegado a escuchar hablar de la crisis, se daba tal circunstancia. Desde entonces no es que todo siga igual, sino que empeora progresivamente: así, y para ser exactos, la capital regional registra una ratio de una vivienda por cada 1,95 habitantes y una cerrada de cada 4,54… y seguimos cayendo.
¿Problemas de acceso a una vivienda digna y desahucios día sí, día también, con 17.200 pisos cerrados sin nadie viviendo dentro? A mí, que me resisto a crecer, que me lo expliquen. Y de paso que me digan quienes propiciaron y permitieron (unos por acción, otros por omisión) el boom del ladrillo nuevo qué andamio conduce ahora a la rehabilitación del ya colocado (conscientes de que no se puede dejar tirada a la paleta). Rehabilitar… ¿casas? No, políticos, pero mucho me temo que a eso ya no llegamos a tiempo.