La pregunta en principio sería qué sucedió en el último pleno del Ayuntamiento de Logroño que lo diferenciase de los anteriores. La respuesta, también en principio, sería que nada distinto. Quienes nos dedicamos a esto del periodismo local hemos podido asistir a cómo de un tiempo a esta parte, y según se ha ido incrementando el malestar social, la presión ciudadana ha ido in crescendo, lo que se ha visto reflejado en el salón plenario. Sin embargo, los excesos no son nuevos. Ni tan siquiera exclusivos de esta legislatura. Hubo un tiempo en que las sesiones apenas eran seguidas por un grupito de acólitos que mostraba su acuerdo o desacuerdo dependiendo del color de quien interviniese. Como mucho, y según el asunto a debate, se daban cita colectivos implicados elevando el tono que, en caso de conflicto laboral con personal municipal, llegaba demasiado alto. Sucede que actualmente se entremezclan protestas de ayer y de hoy. Gritos, voces e insultos hubo siempre, sin embargo el dedo acusador ha empezado a señalar ahora, y siempre a los mismos.
La expulsión de un miembro del 15M por grabar la sesión con el móvil se produjo incluso antes de que los cesionarios del parking de Jorge Vigón interrumpiesen la misma haciendo que hasta tres concejales acudiesen a escuchar sus demandas. El desalojo de la PAH viendo un “escrache” donde no hubo más que otra protesta llegó después del numerito del chorizo y los “pinochos” de la Policía Local. Y aquí de momento, si alguien se ha presentado en el domicilio de un político, fueron los empleados públicos a puertas de Cuca Gamarra. Pero ha sido el “antidemocrático escrache” del jueves el que ha llevado a lanzar la “democrática propuesta” de controlar el acceso al plenario. Curiosamente a la vez que el consejero de Presidencia, Emilio del Río, tuiteaba eso de “Nazis, comunistas, franquistas… Ahora… Ada Colau”, en referencia a esa misma plataforma que en su día se acercó con naturalidad a la alcaldesa en un pleno para que firmase la ILP sobre la dación en pago pero a la que se le negó el aproximarse a una concejala diputada en otro para entregarle unas cartas de afectados por los desahucios.