Que haya un colegio en una zona única como la nuestra en el que las solicitudes de escolarización apenas representan el 28% del total de plazas ofertadas y que, con los datos en la mano, haga cuanto menos sospechar de que podría ser evitado a propósito por los padres debería hacernos reflexionar y mucho. Algo debemos estar haciendo mal, muy mal… Que el CEIP San Francisco vuelva a ser un curso más el colegio menos solicitado con sólo 7 preinscripciones de las 25 que permite dice mucho de nuestra política educativa, y no precisamente para bien.
La visión idílica del proceso de escolarización que se empeñan en vendernos dista mucho de la realidad. Nos hablan de una supuesta libertad de elección de centro, cuando lo cierto es que las 99 familias que se han quedado sin plaza en el colegio elegido como primera opción se multiplicarían si cada cual echase la instancia donde le viniese en gana; nos hablan de igualdad de oportunidades cuando la verdad es que el punto extra se deja al criterio de los centros haciendo que los concertados lo otorguen por requisitos tan disfuncionales como el paso por caja previamente vía guardería o la condición de exalumnos de los padres; y nos hablan de equidad aun a sabiendas de que cada año trasciende que determinados y notorios apellidos son excepción a las normas que rigen para el resto.
Siempre he pensado que el mejor colegio es el que está al lado de casa, pero con este sistema lo cierto es que uno ni tan siquiera tiene garantizada una plaza en el público del barrio. La falsa libertad sirve de coartada para la dejación de funciones de la Administración no garantizando la igualdad real de oportunidades -no confundir con el acceso a cualquier centro, en la práctica imposible y en la teoría indeseable- y creando, de paso, guetos educativos. No hay nada más injusto ni más perjudicial para una sociedad, por lo que ésta debería ser la verdadera reforma.