Lejos quedan los tiempos en que el cementerio municipal llegaba a registrar la visita de hasta 2,5 millones de ejemplares y los hermanos fossores intentaban ahuyentar sin éxito tan molestas aves con cañones de gas cada atardecer. Los estorninos campaban a sus anchas entre el cielo y el suelo y la plaga no sólo se dejaba sentir en el camposanto… De hecho, vecinos de barrios como Madre de Dios, Murrieta y el Seminario se quejaban de que ni siquiera podían tender la ropa ya que los excrementos de las bandadas la manchaban mientras volaban en dirección a los dormideros. Hoy, casi 10 años después de aquello, el escenario ha cambiado radicalmente… Hoy, en cualquier caso, las heces son otras…
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