Ha vuelto a pasar. Y lo malo es que al año que viene será igual… y al siguiente y al otro. A menos que se tomen las medidas oportunas. Y me da que están por otra cosa. Algo no debe funcionar cuando los datos que presentan determinados colegios vienen a confirmar la consolidación de ‘guetos educativos’ –todos pensamos en el San Francisco, pero este año se han destapado y de qué manera algunos más– y hacen cuanto menos sospechar de que existen centros públicos –también concertados, ojo– que podrían ser evitados a propósito por los padres. Los padres, tan responsables como los políticos. Y lamentablemente tales suspicacias son directamente proporcionales al porcentaje de alumnado inmigrante que se les presupone. Somos como somos, no nos empeñemos en negarlo.
Ya lo escribía el año pasado: la visión idílica del proceso de escolarización que se empeñan en vendernos dista mucho de la realidad. Nos hablan de una supuesta libertad de elección de centro, que lo domina todo cuando eso debería ser relativo, y lo cierto es que las 76 familias que se han quedado sin plaza en el colegio elegido como primera opción se multiplicarían si cada cual echase la solicitud donde le viniese en gana…
Siempre he pensado que el mejor colegio es el que está al lado de casa –son muchos los que coinciden: lo mejor para los niños es acudir al centro educativo de su barrio pues lo notan ellos, nosotros y el propio entorno–, pero con este sistema lo cierto es que uno ni tan siquiera tiene garantizada una plaza en el público del barrio. Ahí están los casos de El Arco, Juan Yagüe –caso denunciado por la plataforma por la escuela pública–, Bretón de los Herreros, Gonzalo de Berceo o Doctor Castroviejo… y ello pese a los ‘avisos previos’. Hay claros cambios de tendencia, sí, pero hasta que no se quiera acometer la ‘verdadera reforma’….