Y la «suave colina», tal y como la definiese su creador, Iñaki Ábalos, se cubrió de verde… Y los logroñeses pudieron ascender por el prometido jardín elevado a lo alto de la cubierta de la nueva estación de ferrocarril contemplando vistas que hasta ahora pasaban desapercibidas para la ciudad… Como los solares ‘abandonados’ o a medio construir que se ubican justo en las proximidades de la acristalada terminal, los mismos que, no lo olvidemos, competirán con los del PERI Ferrocarril que tendrán que servir más pronto que tarde para financiar al menos lo ejecutado del soterramiento (el artículo se escribió antes de la firma de la actual ‘hipoteca’, que ya habrá tiempo de tratar en otro post). Ahora que el Ayuntamiento de Logroño está inmerso en la fase de inspección, requerimiento y ejecución subsidiaria de las obligatorias labores de desbroce y limpieza en las parcelas privadas de la capital, sobre todo de la periferia, llama la atención que las malas hierbas empiecen a proliferar sobre la otrora playa de vías en los terrenos pendientes de urbanizar dentro del proyecto de integración del tren.
Hubo un tiempo, hace no tanto, en el que los ‘señores del ladrillo’, subidos a una burbuja mucho más alta que el mirador que se sitúa en la confluencia entre la avenida de Colón y Gustavo Adolfo Bécquer, jugaban con el callejero de Logroño como si de un ‘monopoly’ a gran escala se tratase poniendo un bloque de viviendas allí y otro más allá. Echando cuentas de manera similar a las que sirvieron para imaginar que la enajenación de terrenos liberados con el soterramiento serviría para transformar una ciudad cuyo crecimiento entonces se antojaba imparable. Hoy, y para no olvidar el ayer, el ‘sitio’ permite ver, incluso a quienes siguen con la venda en los ojos, que la expansión no es infinita y que lo infinitivo probablemente sean esos solares fruto de aquel estallido que salpicándolo todo se esparcen por aquí y por allá sin que nadie sepa muy bien qué hacer con ellos.