Gastos por aquí, ingresos por allá y, de repente, como cada año por estas fechas, ¡los Presupuestos! Partidas y más partidas, una detrás de otra, son detalladas por la autoridad de turno salpicando su comparecencia de tópicos tan manidos que uno puede aventurarse a escribirlos antes incluso de ser pronunciados a base de costumbre. No he asistido como periodista a la presentación de presupuestos ni en uno, ni en dos, ni en tres ayuntamientos diferentes… ¡sino hasta en cuatro! Cuenca, Ciudad Real, Toledo y, ahora, Logroño. Realistas, inversores, sociales… los que la ciudad necesita, vamos. Faltaría más. Los lugares comunes del equipo de Gobierno, sea del lugar y del color que sea, también se reiteran en cuanto a la oposición. Poco creíbles (léase ficticios), menos inversores y nada sociales… con esto nos vamos a ningún lado, dónde vamos a llegar.
El diccionario de la RAE define presupuesto como supuesto o suposición en su segunda acepción. A mí coloquialmente me gusta decir que encima tenemos que suponer dos veces por aquello del prefijo ‘pre’, es decir, que incluso se trata de algo anterior a lo que ya de por sí sólo se supone. Y claro, pasa lo que pasa. Proyectos que se presupuestan una y otra vez, aunque siempre son los mismos, y anualidades que aparecen y desaparecen cuando no se repiten, que sucede y mucho. El papel, que lo aguanta todo… aunque no por ello se evita el riesgo de caer, tratándose como se trata de cuentas, en las de la lechera, sobre todo en lo que a enajenaciones/inversiones se refiere. Basta con echar un vistazo a lo ejecutado o no, tanto ahora como antes, para darse cuenta de que suponer tan alegremente, tanto por parte del Gobierno como de la oposición, puede llegar a ser tan ‘cansino’ como para repetir comparecencia cada año diciendo exactamente lo mismo. Presupuestos, sí… así que supongamos.